María Luisa Rojas
Guatemala ciudad.
Vivimos
el día a día. Unos cumpliendo con sus labores, otros buscando un
trabajo; mujeres luchando por llevar sustento a su casa y otras
batallando en casa para que sus hijos salgan adelante y aprovechen
las oportunidades; algunos jóvenes entusiastas queriendo arreglar el
mundo y muchos, tan solo con la esperanza de poder participar en la
vida de su comunidad; niños que juegan, que ríen y otros que
trabajan y lloran; ancianos que viven nuevamente como niños las
alegrías de sus nietos y otros que sufren en soledad y abandono…
Todos
vivimos nuestra rutina y no nos damos cuenta de la vida del otro,
porque no tenemos tiempo…, porque no queremos ver…, porque nos
resulta cómodo…, por no querer involucrarnos, por no saber qué
hacer… Y así, no nos damos cuenta que
es en esta rutina que construimos nuestra sociedad y que todos somos
responsables de lo que sucede en nuestras vidas, en nuestro
vecindario, en nuestro país.
Es
la vida diaria la que va permitiendo que la indiferencia crezca o que
se forje una costumbre de solidaridad. Es nuestra mirada cotidiana
la que permitirá provocar un cambio en nosotros y en los demás. Es
nuestro actuar rutinario el que va permitiendo las diferentes formas
de vida que, en la mayoría de casos, vivimos sin
darnos cuenta.
Sentimos
la injusticia, pero no reaccionamos, no decimos nada; esperamos que
otros lo hagan. Vivimos el irrespeto y nos quedamos callados, y, lo
que es peor, vamos poco a poco, actuando igualmente
irrespetuosamente. Dejamos escapar sueños, por no atrevernos a ir
contra corriente y no nos damos cuenta
que cada cosa que hagamos, que cada palabra que decimos, que cada
gesto que manifestamos al otro quedan grabados en nuestra sociedad,
aumentando la insatisfacción, el desprecio, la violencia… o
fomentando cambios que nos llevan día a día a una vida de
comprensión y de paz.
Todos
queremos y tenemos derecho a una vida mejor, pero no
todos nos
damos cuenta que en la búsqueda de
nuestra comodidad y nuestras metas, nos olvidamos de las metas y
bienestar de muchos, a quienes dejamos al margen, a quienes no
integramos en el desarrollo y así, sin darnos cuenta, construimos
una sociedad con divisiones, desigualdades, intranquilidad; una
sociedad que no es la que queremos, pero que por
no darnos cuenta, es la sociedad que
creamos.
Muchas
veces criticamos, otras proponemos, pero en la mayoría de casos,
esperamos que otros tomen la iniciativa, que otros propongan el
cambio, que otros den su tiempo, o dinero, que otros den el primer
paso.
Pero
no
nos damos cuenta
que todos podemos aportar algo para un mundo mejor, que todos tenemos
algo que dar y que todos podemos empezar, al menos, por abrir bien
los ojos, darnos cuenta y pensar en los demás.
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