Hay
momentos que me dan ganas el salir huyendo de Guatemala. Otras veces me
dan ganas de llorar. A nuestro estado permanente de exclusión y de
racismo ahora se suman la violencia indiscriminada que afecta a todos
los sectores sin excepción y la impunidad. La pobreza y la extrema
pobreza no sólo se reducen sino que aumentan. Tenemos uno de los índices
más bajos de desarrollo humano del mundo. Hablo de Guatemala, sí, pero
podría estar hablando de cualquier otro país de América Latina. Quizás
excluya a Chile o a Brasil o a Colombia, pero no puedo hacerlo porque
sus realidades, como la de Guatemala, me chocan, me abruman, me generan
impotencia y hasta asco.
¿Cuándo y como comenzó esto? Desde la
misma conquista y colonización europea o sea cuando se sometió a
esclavitud a los originarios de nuestros ahora países y cuando se
exportó mano de obra de negros, traídos de África a la fuerza. Pero esto
es historia y las cosas pudieron cambiar con las independencias de las
regiones, con el nacimiento de nuevas repúblicas, con las revoluciones,
con la llegada de nuevas ideas y doctrinas, pero no fue así, se
mantuvieron las estructuras coloniales y se crearon estados mono
culturales, en los que se privilegiaron a minorías en detrimento
de las mayorías. El resultado hoy día es que, según estudios de
organismos internacionales, en Guatemala el 56% de su población vive en
pobreza y de estos un 22% en extrema pobreza ( somos 13 millones de
habitantes). Cifras más o menos similares se dan de los otros países del
área.
En lo personal soy un hombre de fe, creo en un mañana mejor y no
escribo desde el resentimiento porque soy uno de los privilegiados de mi
país, tengo educación universitaria, vivo bien y trabajo en una
instancia de gobierno. Pero eso no me impide soñar con una nueva América
Latina, en paz y con justicia social, así como asumir mi compromiso. Es
por ello que me he sumado a los miles de personas que dentro de
movimientos pacifistas comienzan a generar cambios, a exigir justicia, a
reclamar derechos, y a pedir el respeto por los derechos humanos de
cada uno. Con satisfacción compruebo que, poco a poco, día a día, lo
vamos consiguiendo. Es por ello que no me voy de Guatemala, es por ello
que reprimo mi llanto y me pongo a trabajar. El pasado ya no existe, es
el futuro que nos espera, pero para que este sea el que queremos tenemos
que comenzar ahora, yo lo estoy haciendo y ¿usted?
Max Araujo
Guatemala
Ciudad. Guatemala