Max Araujo
Ciudad de Guatemala
Acabo de leer en varios de los medios escritos de comunicación social en Guatemala, que desde hace varias semanas uno de los libros más vendidos, en Amazon, es “El capital en el siglo XXI” (Le capital au XXIe siécle) del economista francés Thomas Piketty, en el que hace un estudio de cómo se ha producido la concentración de la riqueza en el mundo y su distribución durante los últimos 250 años. Es un trabajo que le tomó quince años, y ha sido descrito como “un bulldozer político y teórico”. Este autor, según noticias, demuestra en su libro, que aún no he leído, que las 85 personas más ricas del planeta poseen el equivalente a los recursos económicos de los tres mil quinientos setenta millones de habitantes más pobres del planeta. Según lo que leí en un comentario de la periodista guatemalteca Marcela Gereda, en “el periódico” del 19 de mayo del año en curso, en el libro antes indicado se expresa “que la riqueza mundial está dividida en dos sectores: la mitad está en manos del uno por ciento y la otra mitad se reparte el 99 por ciento restante.
En el mundo existen poco más de mil cuatrocientos billonarios que poseen una fortuna superior a los mil millones de dólares. Y gran parte de esas fortunas logran escapar a los sistemas de imposición, a través de montajes financieros, reubicando el capital en paraísos fiscales, como en el famoso edificio Ugland House de las Islas Caimán, donde están registradas más de 18,800 empresas, algunas de ellas bancos célebres y reconocidas corporaciones: Lejos de ser regulado, este sistema de asimetría solo parece ir en expansión. La pregunta que atraviesa la investigación de Piketty es ¿Cómo se llegó a estos niveles abismales de desigualdad? En el texto según lo que explica la periodista se da respuesta a esta pregunta, e incluso se afirma en el mismo que la desigualdad se está disparando en todos los países desarrollados.
En lo personal celebro la aparición del libro, porque es una alerta, y creo que debe convertirse en un libro de cabecera para quienes estamos luchando en distintas plataformas para que en el mundo haya justicia social para todas las personas que lo habitamos y justicia entre naciones. Los argumentos y datos que se exponen en el mismo deben citarse en estudios y documentos que elaboremos, por el principio de autoridad que el autor está logrando. Sobre todo porque lo escrito no es una ficción sino una realidad en el siglo XXI. Es cierto que no es nada nuevo, pero la publicación llega en un momento preciso y oportuno.
lunes, 26 de mayo de 2014
lunes, 19 de mayo de 2014
“Nacemos para sufrir y morir, para otra cosa, no creo”
Nuestra
Universidad Popular Cuarto Mundo
de
mayo
tiene
como tema: “¿Protección
Social? Pobreza, Renta básica y Trabajo”
(*).
Como
siempre, durante las reuniones de preparación con aquellos que
resisten día a día a la pobreza y la exclusión, emerge un
conocimiento que proviene de una experiencia vivida y analizada por
estos expertos insustituibles sobre lo que la miseria significa en
términos de sufrimiento y cambios necesarios.
Varias
de las aportaciones que han realizado son muy críticas con el
sistema de protección social que existe actualmente:
“Las
ayudas sociales, más que ayudas son limosnas, con toda la carga
negativa que la palabra limosna tiene. Y están para que sigas
dependiendo de los Servicios Sociales”.
“Si
no haces lo que te dicen te quitan las ayudas. O sea que te
institucionalizan y te hacen pasar la vergüenza de tener que ir a
los sitios. Ayudan como ellos quieren, no como necesita la gente”.
Aunque
algunos han apuntado aspectos positivos de las mismas:
“Esta
paguilla (pensión
no contributiva de 360€ mensuales),
de no tener nada a tenerla, me permite, por ejemplo, ayudar a mi
madre con el piso”.
Sin
embargo, más allá de si las ayudas sirven o te hacen dependiente,
lo que más me impactó fue constatar los efectos que tiene este
modelo de sociedad sobre los más fragilizados por la pobreza.
Preparé
con un joven de veintiséis años, que conocí cuando era niño y
vivía en un barrio de chabolas a las afueras de Madrid. Hoy vive en
un barrio donde su familia fue realojada hace 13 años. Para aportar
dinero a casa, busca y vende chatarra, igual que hacía siendo niño.
Varias
veces me comentó que no sabe ni leer ni escribir y que por eso ha
perdido algún trabajo. Pero algo que me sorprendió, por lo
inesperado del ejemplo, fue cuando me dijo que sería incapaz de
aprovechar un viaje que podría ganar en un sorteo, porque a
cualquier lugar al que fuera, se perdería. Y concluyó:
“¿Para
qué van a necesitar a los pobres? Toda la vida con la chatarra, de
ahí no se sale. Los países no nos necesitan. Y nos tiran, nos
abandonan”.
Wresinski,
el fundador del Movimiento ATD Cuarto Mundo, decía: la
miseria empieza donde empieza la vergüenza.
Este joven es una persona extraordinaria: cuida de su madre, enferma
y debilitada por años de miseria; apoya a su padre y a su hermano
sosteniendo la economía familiar; sus amigos saben que pueden contar
con él, siempre dispuesto a echar una mano en lo que necesiten.
Pero
el peso de años de precariedad, humillaciones y ayudas mal
planteadas le han terminado convenciendo de que no tiene nada que
aportar. Su experiencia le hace sentir que la sociedad no lo necesita
para nada, y se siente abandonado. La vergüenza debería ser nuestra
por aceptar que demasiadas personas terminen convencidos de que sólo
nacieron para
sufrir y morir,
como me dijo al final de la conversación.
Otro
amigo con el que preparé esta Universidad me dijo:
“Tenemos
un desarrollo muy destructivo. Es hora de que la humanidad pueda
vivir mejor.”
Efectivamente,
ya va siendo hora de que nos pongamos a construir sociedades donde
reconozcamos con hechos que todos tenemos algo único que aportar,
que todos somos necesarios, que no nos podemos privar de la
inteligencia y las capacidades de nadie.
19 de mayo de 2014, Álvaro Iniesta
Pérez
(*)
Las Universidades Populares Cuarto Mundo parten de la base de que
todo ser humano piensa y tiene algo que aportar. Son reuniones en las
que nos formamos en la toma de la palabra, la escucha y la
construcción de un pensamiento que toma en cuenta el saber, la
experiencia y el conocimiento de aquellos que están en situación de
pobreza y exclusión. Es un lugar privilegiado de ciudadanía y
formación para la militancia, en el sentido de que proporciona ganas
y fuerzas para que cada uno vaya al encuentro de otros y defienda día
a día a personas en situación de extrema pobreza
martes, 13 de mayo de 2014
Cumbre G 77 + China – Pobreza Extrema
En el marco del 50
aniversario de la creación del Grupo 77 + China, se llevará a cabo
la Cumbre G77 + China en Santa Cruz – Bolivia del 14 al 15 de junio
próximo.
¿Quiénes
participan? Los mandatarios de Estado y delegaciones de alto nivel de
133 países, aunque no todos han confirmado su presencia.
Este evento ha
generado bastante expectativa en el país. Uno de los temas a
tratarse durante la cumbre es la Erradicación de la Pobreza.
¿Participarán los más pobres en esta cumbre?
Al menos no
participaron del encuentro MG77 (Modelo Grupo 77) que organizó el
gobierno del 4 al 6 de mayo pasado, reuniendo solamente a estudiantes
universitarios, en su mayoría provenientes de universidades
privadas.
Cuando estuve
viviendo en Filipinas, en la ciudad de Manila, un hombre que vive
debajo de un puente desde hace muchos años, y que sale a vender agua
y refrescos todo el día en la avenida donde está el puente, nos
compartía sus ideas y reflexiones sobre la pobreza extrema y con
toda su sencillez nos decía que a quienes hay que preguntar qué necesitan realmente es a los pobres porque son ellos los que saben qué significa vivir en la pobreza.
Este hombre podría
fácilmente representar a millones de personas en el mundo y en
Bolivia, que sin ser tomados en cuenta en las decisiones sobre
políticas públicas para la erradicación de la pobreza extrema,
siguen luchando contra ella cada día buscando un futuro mejor para
sus hijos.
¿No sería lógico
entonces que, quienes quieren erradicar la pobreza y quienes luchan
cada día para hacerlo, se sienten en la mesa y trabajen juntos?
Vuelvo a repetir la
pregunta ¿Participarán los más pobres en esta cumbre?
Susana Huarachi
Quispe
La Paz – Bolivia
viernes, 2 de mayo de 2014
Caminar cuando no se puede caminar
Diego Sánchez
La Paz - Bolivia
La señora “Juana”1
ha quedado incapacitada de poder moverse desde hace 25 años debido a
un problema agudo de artritis y artrosis, pero esta incapacidad es
diferente a la invalidez habitual, es decir que ella puede sentir el
dolor en sus extremidades, diferente a la de un parapléjico que no
siente nada.
Cada vez que vamos a visitarla la encontramos en un rincón oscuro
y solo al cuidado de su hija y su yerno que no siempre están a la
disposición de los deseos de su madre para moverse o simplemente
charlar.
Desde su cama, doña Juana es una luchadora incansable para que la
sociedad, allá fuera, pueda volcar la mirada hacia los casi
invisibles, los más pobres, los marginados y hasta los despreciados.
“¡Cómo quisiera caminar para ir a buscar a los niños de
esas zonas bien alejadas. Hay personas como yo que tal vez no se
atreven a hablar, entonces a esas personas no hay que olvidar, hay
que ir a encontrarlas!”
Seguro que algunos de nosotros nos hemos cuestionado sobre la
necesidad de ir al encuentro de aquellos a quienes la sociedad casi
ha olvidado o ha dejado de lado, pero luego, el trajín del día a día
hace de ese pensamiento algo fugaz. Sin embargo doña Juana convive
con su impotencia de moverse y el deseo casi inamovible de su corazón
de movilizar a quienes sí pueden para salir a buscar estas personas a
quienes todavía falta que lleguemos.
Durante una reunión entre personas que viven en pobreza extrema y
personas que no, una profesora decía “nosotros no tenemos que
hablar por los más pobres, ellos mismos tienen que hacer valer sus
derechos”, sin embargo doña Juana le respondió “Si ¿pero
qué hago yo? Yo no puedo defenderme por mi misma, necesitamos unirnos
para hacer respetar los derechos de quienes no pueden”.
Vale decir que la visión y la reflexión de doña Juana, va más
allá de un simple empoderamiento individual para hacerse escuchar,
doña Juana da un paso más allá en su análisis y nos comparte su
visión de una sociedad en la que nos unimos para una misma lucha, no
dejamos que los más pobres hagan solos su lucha, sino que nos unimos
a ellos y ellos a nosotros en una lucha más integral que requiere
que en ocasiones unos seamos los pies de otros y otros sean los ojos
de unos.
Finalmente me gustaría terminar este
artículo con algunas palabras que doña Juana nos regaló
haciéndonos comprender que también podemos ser portadores de
esperanza.
“El Movimiento ATD ha hecho que florezca de nuevo mi corazón
como una flor”.
1
Nombre ficticio
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