viernes, 2 de mayo de 2014

Caminar cuando no se puede caminar


Diego Sánchez 
La Paz - Bolivia

La señora “Juana”1 ha quedado incapacitada de poder moverse desde hace 25 años debido a un problema agudo de artritis y artrosis, pero esta incapacidad es diferente a la invalidez habitual, es decir que ella puede sentir el dolor en sus extremidades, diferente a la de un parapléjico que no siente nada.

Cada vez que vamos a visitarla la encontramos en un rincón oscuro y solo al cuidado de su hija y su yerno que no siempre están a la disposición de los deseos de su madre para moverse o simplemente charlar.

Desde su cama, doña Juana es una luchadora incansable para que la sociedad, allá fuera, pueda volcar la mirada hacia los casi invisibles, los más pobres, los marginados y hasta los despreciados.

¡Cómo quisiera caminar para ir a buscar a los niños de esas zonas bien alejadas. Hay personas como yo que tal vez no se atreven a hablar, entonces a esas personas no hay que olvidar, hay que ir a encontrarlas!”

Seguro que algunos de nosotros nos hemos cuestionado sobre la necesidad de ir al encuentro de aquellos a quienes la sociedad casi ha olvidado o ha dejado de lado, pero luego, el trajín del día a día hace de ese pensamiento algo fugaz. Sin embargo doña Juana convive con su impotencia de moverse y el deseo casi inamovible de su corazón de movilizar a quienes sí pueden para salir a buscar estas personas a quienes todavía falta que lleguemos.

Durante una reunión entre personas que viven en pobreza extrema y personas que no, una profesora decía “nosotros no tenemos que hablar por los más pobres, ellos mismos tienen que hacer valer sus derechos”, sin embargo doña Juana le respondió “Si ¿pero qué hago yo? Yo no puedo defenderme por mi misma, necesitamos unirnos para hacer respetar los derechos de quienes no pueden”. 
 
Vale decir que la visión y la reflexión de doña Juana, va más allá de un simple empoderamiento individual para hacerse escuchar, doña Juana da un paso más allá en su análisis y nos comparte su visión de una sociedad en la que nos unimos para una misma lucha, no dejamos que los más pobres hagan solos su lucha, sino que nos unimos a ellos y ellos a nosotros en una lucha más integral que requiere que en ocasiones unos seamos los pies de otros y otros sean los ojos de unos. 

Finalmente me gustaría terminar este artículo con algunas palabras que doña Juana nos regaló haciéndonos comprender que también podemos ser portadores de esperanza.

El Movimiento ATD ha hecho que florezca de nuevo mi corazón como una flor”.


1 Nombre ficticio

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