martes, 27 de septiembre de 2011

A propósito del Día del Niño en Guatemala…

Hace muchos años, escuché esta frase: “Ser niño en la Guatemala que conozco, es cualquier cosa, menos ser niño”.

Esta frase trae a mi mente la vida y la realidad de tantos niños que conozco. Todos tienen algo en común: son “niños”; niños en un país donde las desigualdades para unos y para otros salen a flote día a día.

Hace un año se conmemoró los veinte años de la Convención sobre los derechos de los niños. Ahora, poco se sabe sobre los avances del mismo. Aunque se ha asegurado que todos los niños y niñas deben tener acceso a los servicios básicos, hoy por hoy esto se queda en pura teoría. Algo más interesante es que Guatemala fue uno de los primeros Estados a nivel mundial en aprobarlos, pero cada día se siguen teniendo indicadores que reflejan la falta de voluntad de las autoridades en hacer que esto se cumpla.

La celebración del Día del Niño es una oportunidad para llamar la atención de todos aquellos que tienen relación con la niñez. Este día muchos expondrán lo que ellos significan para un país, las acciones que deben girar alrededor de ellos, serán el centro de atención para el comercio, entre otras cosas; pero al final la mayoría de estas reflexiones quedarán únicamente en un papel. Para los niños más pobres, el día de mañana volverá a ser igual: sin oportunidades, sin proyectos a largo plazo; maltratados, humillados y dejados atrás por su condición.

“No voy a ir porque no hay pisto”, me ha dicho una niña de 7 años, cuando le he preguntado ¿por qué no irá a la excursión que la escuela ha planificado? Esta familia no ha tenido los 10 quetzales que se requieren para ir a una mañana de recreación. Muchos son los niños pobres que no pueden disfrutar de estos tiempos y que se les sigue negando el derecho a la recreación.

Siguen sufriendo el abandono de las autoridades locales, cuando son obligados a vivir en situaciones extremadamente de riesgo. Entre la basura, entre ríos contaminados donde juegan y se desenvuelven, sin acceso a agua potable, entre otras desventajas.

No tienen acceso a la salud. Cuando tienen la oportunidad de ir al médico, las medicinas que están al alcance de sus familias no son suficientes para las enfermedades crónicas que los aquejan. Sus padres deben volver a casa únicamente con la receta en mano, porque no hay dinero para comprar las medicinas, el dinero únicamente alcanza para sobrevivir.

Este año, algunos tendrán que repetir nuevamente el primer grado de primaria, cuando es la tercera vez que lo han cursado. ¿Las razones? Podemos enumerar muchas, pero las que saltan a la vista a diario son: desnutrición, desmotivación en la escuela, dificultades de aprendizaje y rechazo. Es una carga muy pesada para un niño que lo único que quiere es “aprender” y porque además es él en quien la familia ha puesto también sus esperanzas a futuro.

La escuela sigue siendo incapaz de generar estrategias para que muchos niños, que vienen de familias vulnerables por su condición de pobreza, permanezcan en el aula y sean promovidos de grado. Esto no es un problema únicamente de la escuela sino también de un sistema que no ha proporcionado las herramientas para buscar soluciones a un problema cada día más evidente en las aulas.

Carlos Aldana, experto en Educación citaba en un artículo: “La educación es una cancha que no necesita ya más espectadores, sino protagonistas”. Es así que en este día tenemos nuevamente la invitación y el reto, a que como educador@s, ciudadanos y autoridades, trabajemos y nos comprometamos para que todo niñ@ pueda acceder a sus derechos fundamentales para que de esta forma aseguremos un futuro diferente para ellos.

Elda Nohemí García
Escuintla, Guatemala

lunes, 12 de septiembre de 2011

Prosperidad: la hermandad de los pueblos

Cuando las exigencias del consumo y de la moda marcan el ritmo de la vida y hacen que las personas quieran tener un blackberry, un carro último modelo, que son supuestamente sinónimos de prosperidad, de bienestar, de éxito, ¡de bendición! Es difícil pararse y decir “oigan yo lo que quiero no es eso, sino bienestar y paz para todos, incluso para los que aparentemente no se la merecen”.

Todos nos merecemos vivir en un mundo, en un país, en una comunidad, donde cada uno puede desarrollarse y encontrar su espacio. En las últimas décadas, le ha dado a la humanidad, y no por casualidad, por ver hacia el futuro de una manera individualista y si acaso buscando intereses familiares. Todos quieren prosperar ¡tener una empresa! ¡Ah! Y si queda tiempo luego, ayudar a alguien. Construir un futuro donde solo cabemos nosotros y nuestras necesidades. ¿Y el otro? ¿Y el olvidado, el perseguido, el maltratado? Que vea como sale ¡Qué trabaje! ¡Qué ponga su empresa! (como si se pudiera). En este mundo vivimos, en el mundo que nos llena de publicidad, de medios masivos uniformadores, que nos dice qué es “cool” y qué no lo es y que cada día nos aleja más y más de nuestra humanidad, de la solidaridad auténtica.

Aunque veo lejano el día, no dejo de creer en él, en el día en que seamos capaces de entender que la verdadera prosperidad no está en el éxito material e individual, sino en la hermandad de un pueblo, una sociedad, un país, un mundo que avanza de la mano de acuerdo al desarrollo de cada quien, ¡qué no olvida a nadie! La sociedad en donde los derechos inalienables a cada persona de salud, educación, ¡de vivir!, etc. Sean antepuestos a las necesidades fetichistas.

Les dejo una frase de Gandhi:

“El verdadero progreso social no consiste en aumentar las necesidades, sino en reducirlas voluntariamente; pero para eso hace falta ser humildes.” Gandhi

Y un link de un blog muy interesante que habla sobre el consumismo:

http://humanismoyconectividad.wordpress.com/2008/09/08/nueva-humanidad/


Linda García
Guatemala de la Ciudad

lunes, 5 de septiembre de 2011

La Escuela, un sueño para el futuro

Aquí en Cusco – Perú, el equipo Cuarto Mundo ha decidido ampliar su presencia en la comunidad campesina Cuyo Grande. Ahora estamos presentes cuatro días a la semana.

Estar más presentes en la comunidad nos permite darnos cuenta de las injusticias y dificultades que viven algunas familias muy pobres. Hoy quiero hablar de una de ellas: La falta de acceso a la escuela.

Descubrimos que hay niños que han dejado de ir a la escuela por falta de comprensión de sus maestros. Una mamá nos contó que la profesora de su hija le dijo que su hija no aprendía nada y era mejor que la pusiera a cuidar chanchos.

Los padres de familia no se atreven a hablar de estas dificultades ni con la Comunidad ni con los maestros. “No podemos decir nada de lo que pasa en la escuela porque los profesores toman represalias contra nuestros hijos” nos cuentan a nosotros con confianza.

Uno de los niños que visitamos regularmente ha dejado de ir a la escuela; la pobreza y otras circunstancias hacen que no pueda continuar. Repitió un curso dos años y este es el segundo año que abandona la escuela.

Cuando un niño ya no quiere ir a la escuela es porque algo ha pasado, sería injusto culpar solamente al niño o a sus padres. Ellos por su parte, nos comparten que los profesores cambian constantemente. Se quedan por un año y luego se van ya que muchos de ellos no tienen una plaza fija.

Este cambio constante afecta también la regularidad de los niños en la escuela. Y sobre todo afecta a los niños más pobres porque su vulnerabilidad no les permite emprender de nuevo el camino a la escuela. Es difícil volver a levantarse cuando uno cae.

Para los que animamos la Biblioteca de Campo, es una constante preocupación. Nos preguntamos cómo apoyarle, le animamos a participar en nuestras animaciones. Buscamos un tiempo para reforzar sus conocimientos y para que pueda animarse de nuevo, en fin, junto con su familia intentamos lo posible para que vuelva a la escuela.

El pasado 21 de agosto, en nuestras reuniones llamadas Uyarinakusunchis, preguntamos a los participantes sobre los temas que quieren tocar durante el año. Uno de los temas elegidos fue “¿Qué derechos tengo yo frente a la escuela?”

Nos damos cuenta que la gente necesita herramientas para poder rebelarse frente a las situaciones que viven y atreverse a ser actores en la vida de su comunidad.

Guillermo Díaz Linares
Voluntario Permanente
Cusco – Perú agosto 2011