martes, 22 de noviembre de 2011

VUELTA A MADRID

Inventar proyectos innovadores: un objetivo imprescindible frente a la extrema pobreza.

Hace unas semanas tuve la oportunidad de volver a visitar a Julio y María después de casi diez años sin vernos.

Son un matrimonio que conocí en Madrid en los años 90 y que a lo largo de los años se han vuelto una referencia de lo que significa aguantar condiciones de vida y exclusión extrema; y luchar a pesar de todo, con la esperanza de que mañana será mejor. He aprendido mucho de ellos y son una guía en mi compromiso como voluntario permanente.

Los conocí en el barrio de chabolas de Las Barranquillas. En aquella época Julio y María vivían apartados del barrio en una casita medio arruinada, sin agua ni comodidades, lejos de todo, rodeada de barro en invierno y de polvo en verano. Bajo el mismo techo, convivían varios hijos, nueras y nietos, según la semana podían ser 10 ó 20 personas...

Fueron ellos los que me hicieron descubrir y entender la vida de los más pobres en Madrid: ganarse la vida día a día, rebuscando la chatarra con un coche agotado, compartiendo juntos lo que se compraba con el producto de la venta o lo que se encontraba en los cubos; acogiendo a los hijos que los necesitaban, a pesar de la superpoblación, prestándose ayuda para afrontar todo lo que les caía encima...

Al principio de los años 2000, el barrio de chabolas fue derribado, y los habitantes fueron realojados en viviendas sociales. Julio y María recibieron un buen piso de alquiler en Alcalá de Henares, pero a más de 30 km de Madrid. Tuvieron que cambiar todos los circuitos que les permitían sobrevivir, aprender a pagar un alquiler y los gastos de luz, agua y comunidad, convivir en el mismo edificio con gente diferente... Nada fácil.

A lo largo de los años los chicos y chicas que yo había conocido como niños han formado pareja y tienen niños. Antes de la crisis, más o menos todos se las apañaban. Pero los dueños de las viviendas exigieron a María y Julio que no siguieran acogiendo en casa ni a sus hijos ni a sus familias porque molestaba demasiado a los vecinos. Entonces tuvieron que irse y se alojaron de okupas en un inmueble nuevo sin acabar, hay unas cincuenta familias agrupadas así. A primeros de octubre, la justicia ordenó el desalojo de todas estas familias.

Cuando les visité, no habían encontrado nada para alojarse más que una nave industrial sin agua ni baños. Carmen, una de las hijas de Julio me dijo: “nunca puedes descansar, al momento en el cual necesitas que te ayuden, te tiran por abajo y toda tu vida está por tierra...” Sin embargo, la solidaridad familiar no se desmiente, es lo que les permite a todos seguir adelante.

Como lo dije al principio, esta familia es para mí una referencia: el Movimiento ATD Cuarto Mundo ha logrado ganar su confianza y hemos conseguido estar a su lado a lo largo de todos estos años. Hemos visto progresos, como el acceso a una vivienda digna, la escolaridad de los niños y la salida de la droga de varios adultos.

Hemos soñado con esta familia una promoción social y una integración. Pero no las hemos conseguido y la crisis que azota a España lo hace mucho más difícil todavía. Ganarse la vida como lo saben hacer se ha hecho mucho más complicado y los servicios sociales ven sus medios tan reducidos que lo único que siguen haciendo es controlar a los pobres, pues no les pueden ayudar de verdad...

En la coyuntura actual, ¿qué proyectos innovadores debe poner en marcha el Movimiento ATD Cuarto Mundo con esta familia y todas las que están en la misma situación para construir una perspectiva motivadora? Tengo total confianza en los que llevan adelante el Movimiento Cuarto Mundo en Madrid, pero, ¡vaya desafío que tienen que revelar!

Desde Francia
Bruno Couder