martes, 16 de febrero de 2010

Los 4 elementos

Tierra, Agua, Fuego, Aire

«La naturaleza se ensaña con los más pobres...», con los excluidos, con aquellos que viven en las afueras de la cuidad, en las periferias, en las partes más profundas o en lo más alto de las laderas. «Terrenos más baratos» como siempre, ahí donde nadie que tenga un poco más de suerte quiere ir.
La tierra tiembla y son las casitas precarias las primeras en desplomarse, los ríos suben y son las casitas de las riveras las primeras en ser arrasadas. El viento sopla y son los techitos de calamina y de cartón los primeros en alzar vuelo. Una chispa avivada para dar un poco de calor o saciar el hambre, pierde control a causa de la precariedad. Los cuatro elementos contra los más desvalidos.
Pasado el dolor de la constatación, vuelve la razón y me doy cuenta de que no son los cuatro elementos que generan la vida en esta tierra, los que se arrebaten contra los más abatidos. Somos nosotros, la «Sociedad», que nacimos con el idea de organizar de mejor manera la vida de nuestras comunidades, que cegados por el placer de la propiedad y de la seguridad de nuestros bienes, comenzamos a negar la participación de aquellos que eran menos afortunados que nosotros.
Lo peor de todo es que somos y siempre fuimos conscientes de que una vida en pobreza es muy dura y desgraciada, y por temor de caer en ella, cada vez ensanchamos más el abismo de las diferencias.
Cuántas veces hemos sido testigos del desalojo de familias que vivían en terrenos un día baldíos, sin agua, sin electricidad, sin nada, solos con la suerte de poder vivir bajo un techitos en familia; «Pero, al mismo tiempo, terrenos con futuro...», con proyectos, hasta que el capital llegue. Pero hay gente que no tiene capital para invertir, solo un sueño, el que va amasado poco a poco, y que cuando ve una puerta que es posible, decide arriesgar su sueño.
Familias que lo dejan todo, crédulos de las promesas, cierran un capítulo de su historia, confiados de un mejor porvernir. El sueño de una propiedad les hace abandonarlo todo para ir a vivir en otro lugar donde la tierra ni si quiera es habitable, donde el desarrollo no es posible. Y después pasa lo que pasa, techitos que vuelan, casitas que se deslizan, el agua que lo lleva todo sin dejar rastro, el fuego que devora las pequeña cobachita. Pedazos de tierra, baratos, tan baratos, que un día desaparecen.
¿Cómo hacer?¿Qué hacer?, para que esos sueños no se instalen de manera y en lugares tan precarios. La naturaleza nos lo da todo, y nos corresponde protegerla y compartirla de mejor manera.

Charo Carrasco Cuba
París - Francia

2 de feb 2010: Numerosas familias pobres pierden sus viviendas a causa de lluvias en Cusco-Perú.
12 de ene 2010: Terremoto en Puerto Principe -Haiti deja miles de familias sin vivienda.
2009 - 10: Pobladores de Chaco - Argentina carecen de agua, sus ríos están contaminados por arsénico.
2009 - 10: Familias en Tahilandia que viven en casas flotantes, ya no enseñan a nadar a sus hijos, a causa de las aguas contaminadas.
13 Jun 2007: Incendios que se suceden anualmente en los barrios empobrecidos de las ciudades de Panama y Colón.
11 Nov 2007: París acelera expulsión de familias pobres que viven a las afueras de la ciudad.
26 Dic 2001: Incendio destruye 150 casas pobres en capital Mexicana


viernes, 12 de febrero de 2010

La humanidad más allá de los escombros

De pan y arena que no están muertos.
La tierra ha temblado y ha parecido un accidente inútil. Todo ha quedado hecho escombros. Y sobre los escombros, y por abajo, y a los lados, parecía todo muerto. Haití.
Las puertas de las panaderías son coladeros de gentes. Cada mañana y cada noche atraen al público hambriento. El pan, en Dakar, sigue siendo dominio del pueblo. A ambos lados se puede ver, tendido, arrugado, avergonzado y sin vida. Es lo que llaman aquí el pan muerto. Este pan revive en su función multiusos. Este pan más allá del tiempo tiene la propiedad de ser más barato que el pan normal. Así, cuando la vida se convierte en accidente, cuando para algunos el dinero no puede asegurar la comida diaria, este pan se convierte en sustento de pobres. Además, sirve para mezclarse con cartón y otros productos y servir de alimento a las cabras y a las ovejas domésticas. Algunos viejos, aldeanos en su mayoría, prefieren este pan muerto. Pan de sus experiencias y de sus infancias. Pan de la textura de siempre, el que llega después de días a los pueblos alejados. Este pan no está muerto.
Más allá de las puertas, la calle. Dakar es una isla, casi. Los barrios de la periferia y los barrios populares son una inmensa playa. Aquí la arena es el dominio del pueblo que camina cansado. Poco a poco la urbanización ha ido ganando espacio a la ciudad tradicional. Los coches y los autobuses se han hecho más necesarios que los pies y por todas partes han nacido calles y callejas que permiten al transporte motorizado ganar la ciudad. Este progreso aún no ha llegado completamente a los barrios de la periferia, a Pikine. Y en estos barrios pocas son las calles asfaltadas.
Frente a la panadería de mi barrio la calle está asfaltada. Una excepción rodeada de callejuelas de arena. Así, frente a sus puertas, a orillas del asfalto, poco a poco la arena va arañando espacio. Hombres y mujeres inundan las calles reservadas a los vehículos, descansan su caminar pausado. Esta es la arena muerta. Se dice muerta porque ha perdido sus propiedades. Acostumbrada a vivir cerca de la polución y de los humos y aceites no sirve para absorber el agua, es impermeable.
Cerca de medio millón de personas vive con una parte de su casa inundada desde hace seis meses. Intermitentemente, desde hace veinte años. Accidente de la naturaleza, las lluvias. Los pobres recogen la arena muerta, semigratis, y rellenan los patios de sus casas, sus cuartos. Al realzar sus casas el agua busca lugares más bajos, la calle, la casa del vecino. Una parte de la vida renace, más tranquila.
El pan, la arena y los escombros son cosas. La gente hace vivir las cosas, las comparte, las vende, las usa, las revive. La gente vive con las cosas. Confundir la muerte de las cosas con la muerte de las gentes es vivir poseído por la acumulación. Los pobres saben de esto porque viven a pesar de la precariedad de las cosas. Tirar el pan o no sanear la arena de tu patio es una falta grave en Dakar, un pecado. El pan y la arena son sagrados en Senegal porque sirven a la vida.
Ni en Haití ni en tantos otros lugares la humanidad ha muerto bajo los escombros. Porque la voluntad de vida pervive en hombres, mujeres y niños. Ojos brillantes, piel tersa. A la luz de sus sufrimientos y esperanzas, bajo las estrellas, piensan una humanidad nueva más allá de la escasez de las cosas.
Dakar, febrero 2009
Jaime Solo

jueves, 4 de febrero de 2010

¿QUE PODEMOS HACER POR HAITI ?

Creo que en primer lugar necesitamos ponernos frente a la realidad actual que vive el país y hacer eco de las necesidades más urgentes, después de todo la web es un buen medio de difusión de información. Aunque esto lo podemos hacer de manera relativa ya que estamos alimentados por información no siempre tan precisa.

Entonces, segun lo leído personalmente:
Médicos sin fronteras señala que faltan carpas y médicos para la atención postoperatoria, asi como asistentes para desplazarse al interior del pais. http://www.msf.es/noticias/emergencias/haitterremoto13.asp

La MINUSTAH señala que hacen falta 200, 000 tiendas de campaña para alojar a dos millones de personas y protejerlas de robos y violaciones; luego es necesario construir casas mas sólidas para todos ellos antes  de junio (temporada de huracanes en el Atlántico Norte).  http://www.minustah.org/

Estos son algunos de los pedidos inmediatos, seguro que posteriormente se tendrá que imaginar todo el proceso de reconstrucción, proceso mas largo pero por tanto no menos importante. Para esta etapa seguro que es necesaria la participación activa de todos, incluidos los más pobres.

Por otro lado, leyendo en la web sobre lo que sucede ahora en Haití, la acción de los paises cooperantes y sobre los comentarios de ciudadanos del mundo. Me permito hacer algunas reflexiones, respetando las otras vertidas en este y otros blogs que escriben sobre el tema.

Considero que, frente a las maneras cómo los paises asisten a Haití (envío de tropas armadas, descarga de alimentos en paracaídas, aceleración de adopciones, etc.) es necesario analizar y situar en contexto nuestras apreciaciones para no desvirtuar las acciones llevadas a cabo por los estados cooperantes.

Considero también que se han cometido excesos y aberraciones por parte de instituciones y particulares durante el proceso de asistencia a Haití (Secuestro de niños haitianos huérfanos y no hueéfanos, fotografías de  médicos sonriendo a lado de cadaveres y heridos,  soldados agrediendo a personas que esperan la distribución de alimentos, etc.). Estas situaciones deben de ser denunciadas, sin embargo no debieran emitirse ni generalizar juicios sobre las nacionalidades de las personas que cometen estos delitos.

Considero además que todos, organismos, asociaciones y particulares, tenemos límites en lo que podemos hacer por Haiti. Y reconocer que tenemos diferentes tiempos en los que podemos apoyar a esta población. Esto es un aspecto, creo yo, que no es muy valorizado en la actualidad, ya que el ritmo mediático con el que son tratados los desastres y  la ayuda a las poblaciones concernidas no nos permiten ver las maneras en el que podemos participar hoy y también mañana.
Como algo anecdótico puedo decir que en mi trabajo de encuestador  de una consultora que hace estudios económicos y sociales en el Perú, pude apreciar que luego de la catástrofe que sufrió Pisco (al sur de la capital Lima), las necesidades de la población se volvieron diversas a medida que pasaron los días, meses y años, mientras que la ayuda se redujo del plano internacional al local hasta desaparecer completamente. Yo participé en las encuestas después de dos años de ocurrido el incidente y lo que dicen las personas que viven alejadas del centro de la ciudad es que, al principio diferentes instituciones venían a ayudarles pero que ahora se han olvidado de ellos. Sus casas no fueron reconstruidas, siguen recibiendo alimentos de un programa de asistencia estatal y la escuela a la que van sus hijos todavía funciona en carpas.

Mantener viva y a largo plazo la preocupación y voluntad de ayuda hacia Haití y lo que podremos hacer por ellos y por nosotros mismos es en lo que podría concluir esta pequeña reflexión.

Humberto Lovaton
Lima - Perú