domingo, 28 de agosto de 2011

¿Luchamos contra la pobreza?

Gran parte de las personas están de acuerdo en que debería desaparecer la pobreza, de ahí que se mueve dinero y esfuerzos a nivel personal, organizativo, estatal, etc.; pero ¿realmente se está luchando contra la pobreza? ¿La pobreza desaparecerá en 10, 20, 30 años? ¿Será que el sistema, el modelo de civilización en que vivimos facilitará a dicho propósito?

Personalmente creo que no se eliminará la pobreza si seguimos respetando y reproduciendo este modelo de civilización en que vivimos, porque desde la misma concepción de vida y poder, pone al ser humano como el eje de todo, y la historia nos muestra que todo se ha reducido a la acumulación de poder en pequeños grupos, sean estos religiosos, políticos, económicos y ahora tecnológicos.

Recuerdo una de mis clases de filosofía en la escuela, cuando me enseñaban las formas de gobierno de Platón, se me quedó muy grabado que el pueblo era el alma apetitiva, los que producían y que los intelectuales, que venían de una cuna rica, era la gente capaz para gobernar. Viendo la realidad, las cosas no han cambiado mucho, solo los contextos y las características de los círculos de poder.

No cabe duda que la teoría de conocimiento histórico y actual, que nos alimenta día tras día, es un pilar del sistema de injusticias que tanto criticamos. Primero porque así nos han enseñado, (espacios de socialización: escuela, familia, calle, televisión, etc.) y hemos crecido en una realidad de injusticias o privilegios. Segundo porque se ha impuesto un patrón cultural, una hegemonía de conocimiento a nivel mundial que ha eliminado o ha subyugado a otros tipos de conocimiento, a otras culturas, a otras concepciones de vida y de sociedad.

Creo que si queremos luchar contra la pobreza, deberíamos repensar si vamos a seguir manteniendo o apoyando inconscientemente las estructuras de este sistema que reproduce y perpetua la pobreza, o si empezamos a ver, a construir, a apoyar otras maneras de entender y hacer la vida. Tal vez una mirada a los pueblos indígenas podría aportar a nuestras reflexiones.

Un gran abrazo


María Sandra Ochoa Ramos
Desde Cusco - Perú

martes, 23 de agosto de 2011

La cultura de la Violencia

Por Max Araujo (Guatemala)




En una de las últimas encuestas realizadas a la población, previa a las elecciones presidenciales el próximo 11 de septiembre en Guatemala, las personas entrevistadas señalaron que el problema principal que afecta a los guatemaltecos es la violencia, por lo que esperan que el próximo gobierno resuelva esta situación.

¿Pero qué es lo que genera esta violencia?
Según Carlos Figueroa Ibarra, autor del libro “El recurso del miedo”, “En Guatemala se fue implementado una cultura del terror como una forma de dominación, lo contrario a una cultura democrática. No hay la tolerancia a posiciones diversas. Esta cultura no solo existió desde las élites dominantes de este país, sino que se irradió en el seno de la población […] Otro efecto es la preferencia por las soluciones autoritarias y pensar que con la represión se va a resolver el problema de la delincuencia en este país. También está el nivel de legitimidad que tienen acciones que son ilegales efectuadas por el propio Estado, como las ejecuciones extrajudiciales, a las que incluso se les da un nombre con carácter positivo. Se dice limpieza social para un acto monstruoso que rompe el Estado de Derecho” *

El caso es que efectivamente en la Guatemala de hoy se da toda clase de violencia. Sin embargo la mayoría de la población la reduce únicamente a la física, y consideran que ésta se resuelve con limpieza social o con mano dura. No todos entienden las causas históricas de esta situación y el papel que la represión jugó desde la época de la conquista y colonización española sobre los pueblos originarios y posteriormente con el mantenimiento, por todos los medios posibles, de los privilegios de unos pocos sobre la mayoría de la población; situación que con pocas variantes se mantiene hasta hoy día.

Muchos guatemaltecos consideran que las masacres que se dieron durante el conflicto armado 1960 – 1996 fueron legítimas porque era una lucha contra el comunismo. Hoy en día estos guatemaltecos son los mismos que justifican la limpieza social como un mal necesario, ya que con ella se elimina a “los malos” y en ese contexto se ha criminalizado por ejemplo a los jóvenes que viven en extrema pobreza y a quienes reclaman justicia social, reivindicación a sus derechos sociales y respeto a los derechos humanos.

Hoy en día, para los guatemaltecos es de lo más normal que se den actos de violencia de todo tipo, es lo cotidiano, ya son parte de nuestro paisaje humano. Raras veces nos afecta, no nos inmutamos, por eso es que ya tenemos una cultura de la violencia muy arraigada. Quien sufre un acto de violencia es porque se lo merece, sea quien sea y de la naturaleza que sea.

Esta cultura de la violencia debe terminar. Para ello es necesario cambiar la mentalidad y las actitudes de los guatemaltecos desde la educación de los hijos, la enseñanza escolar, programas sociales, hasta campañas de sensibilización. No obstante, nada de esto sucederá si no se construye una Guatemala con justicia social. Las iglesias, las organizaciones sociales y las dependencias de gobierno están llamadas a jugar un papel protagónico para que en Guatemala todos sus habitantes tengan acceso a una vida digna y decorosa, sin exclusiones ni racismos. Mientras se mantengan las estructuras sociales, políticas y legales actuales, todo esfuerzo por combatir la violencia será inútil. Eso lo debemos tener claro.
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*Extractos de la entrevista que se publicó en la Revista del Diario de Centroamérica del 19 de agosto de 2011.

martes, 9 de agosto de 2011

Para que puedan hacer las cuentas...

Cuando salí del supermercado estaba lloviendo así que decidí tomar un “pedicab”* para volver a casa. Acordamos la suma de 30 pesos. Según avanzábamos la lluvia se hacía más fuerte. El joven conductor estaba totalmente empapado pero no dejaba de pedalear. Yo estaba dentro pensando: debí esperar a que pase la lluvia

Cuando llegamos a casa, se me ocurrió darle 100 pesos y un sorry, thank you very much, en vez de los 30 convenidos, para aliviar mi conciencia.

Él se quedó mirando el billete, luego me miró a los ojos, luego el billete y luego a mí y así por un eterno espacio de 5 segundos; y luego miró al cielo y movió los dedos como quien hace las cuentas…

Mientras, la lluvia seguía mojándolo a él y al billete. A mí no, yo tenía un paraguas. Le repetí varias veces it’s ok, it’s ok ; y por fin se me ocurrió levantar la mano en señal de adiós. Fue entonces cuando él sonrió, dio media vuelta y siguió pedaleando bajo la lluvia.

Unas semanas después participé de un curso de formación sobre el Sistema de Aprendizaje Alternativo (ALS por su sigla en inglés) en donde nos hablaron del Club 86. Se explicó que por cada 100 niños inscritos en 1er grado, 66 se gradúan del nivel primario, 43 de la escuela secundaria y sólo 14 de nivel universitario completo. Esto significa que el 86% de los inscritos abandonan sus estudios en algún momento, de ahí el nombre de Club 86.

Este 86% significan unos 11.600.000 niños, adolescentes y jóvenes que no pueden terminar sus estudios por diferentes causas. La principal: pobreza y desempleo. ¿Qué hacemos con este Club 86? preguntó la ponente durante el curso de formación. El gobierno propone implantar el ALS como un paliativo que intenta solucionar tanta deserción escolar.

El joven que no pudo hacer las cuentas, ¿hace parte del Club 86? ¿O es que ni siquiera está en las estadísticas porque nunca comenzó la escuela? ¿Alcanzará el ALS a este joven?, ¿o pasará desapercibido porque no habrá nadie que le proponga ser parte de este sistema?

Mientras tanto, la economía de este joven depende mucho de la honestidad y la honradez de sus clientes. Mientras tanto millones de niños, adolescentes y jóvenes dependen mucho de los saberes y conocimientos de los que sí pudimos terminar la escuela; pero sobre todo, dependen de nuestras acciones para hacer posible que la educación sea accesible para todos y todos puedan “hacer las cuentas”.


Desde Manila - Filipinas
Susana Huarachi Quispe


* El pedicab es tipo de triciclo impulsado por pedales y diseñado para el transporte de pasajeros, además de la del conductor.