martes, 30 de septiembre de 2014

¿Será cierto que los vientos favorables ya soplan en Latinoamérica?

Max Araujo

Casi todos los países de América Latina tenemos muchas cosas en común, entre ellas el uso del idioma español y un pasado de quinientos años y fracción muy parecido, pero también, lamentablemente, cuestiones negativas como el racismo, la exclusión, las desigualdades y la extrema pobreza. Es por ello que me alegran las noticias que dicen que en los últimos años Bolivia y Ecuador han reducido de manera significativa sus índices de extrema pobreza. Estos dos países, al igual que Guatemala, tienen un porcentaje alto de su población compuesta por personas indígenas y su mestizaje es similar. 

Sin embargo las noticias que nos llegan también nos indican que los presidentes de esas dos naciones, Evo Morales y Rafael Correa, son muy cuestionados, no solo por las formas de dirigir sus gobiernos sino también porque basan parte del éxito económico y de sus programas sociales en industrias extractivistas de recursos naturales y de mineras a cielo abierto, sin atender los derechos de los pueblos indígenas en cuanto la tenencia de su tierra y el respeto a la naturaleza. Las noticias nos dicen además que parte de la oposición que tienen se relaciona con que han afectado los intereses de quienes han detentado tradicionalmente los poderes sociales, económicos y políticos, y que son estos los que han difundido lo negativo. Tuve el privilegio de asistir a una conferencia que en Guatemala recientemente dio Correa y confieso que me causó buen impresión, no solo porque enumeró los logros de su gobierno sino también por la lucidez con la que abordó los problemas de la región.

En lo personal creo que si lo que se dice del éxito que se ha tenido en Bolivia y en Ecuador es cierto, en cuanto al combate a la extrema pobreza y en otros aspectos sociales y económicos, entonces Latinoamérica ya encontró el camino correcto para salir de sus atrasos y de sus males ancestrales y hago votos para que mas temprano que tarde Guatemala se suba a ese tren del progreso, siguiendo el ejemplo de esos dos países hermanos, pero tomando en cuenta el respeto al ambiente y los derechos de los pueblos indígenas. 

Pero si las noticias que nos llegan de Bolivia y Ecuador no son ciertas espero entonces que estos dos países y los otros de América latina sigan en la búsqueda del camino correcto para reconstruir esta región para bien de todos sus habitantes, en paz y con justicia social, lo que debe suceder antes de la mitad del siglo 21. Ya no podemos esperar otros quinientos años, como los que han pasado cuando fuimos conquistados y colonizados por Europa.
La justicia debe llegar. 
 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Reconocer la inteligencia de los más vulnerables, una oportunidad para erradicar la miseria


Es fácil aceptar que no lo sabemos todo y que siempre podemos aprender algo de los demás. Esto lo experimentamos todos los días cuando escuchamos o leemos artículos de personas que son especialistas en los temas más diversos permitiéndonos entender más y mejor sobre dichas cuestiones. A menudo se acude a ellas para que aporten su conocimiento en un debate o en un trabajo de investigación y así ser capaces de tomar las decisiones más adecuadas. Los reconocemos como expertos.

Cuando se trata de abordar cuestiones relacionadas con la pobreza y la exclusión social también acudimos a expertos. Generalmente son considerados como tales profesionales de las más diversas áreas como sociólogos, economistas, pedagogos, trabajadores sociales, políticos, etc. Y es verdad que aportan un saber fundamental a la hora de abordar un tema tan complejo como este. Pero faltan otros saberes igual de importantes.

Las personas que viven y resisten día a día situaciones de pobreza y exclusión desarrollan un conocimiento y una comprensión sobre su propia vida, las relaciones y los mecanismos que les encierran en dichas situaciones, que son fundamentales. Pero generalmente lo que conocemos de ellas son sus carencias y dificultades. Se les aborda principalmente desde ahí y por eso sus conocimientos y potencialidades, suelen ser desconocidas, o peor aún, despreciadas. Como consecuencia de ello funcionamos como si no tuviéramos nada que aprender de esta población. En general se les reduce a la condición de asistidos y no nos planteamos contar con ellos para buscar soluciones. Así es imposible acabar con la pobreza extrema.

Hace unos días participé en una formación sobre el “Cruce de saberes”. Durante tres días unas cincuenta personas, entre las que había profesionales, voluntarios y personas en situación de pobreza (auténticos militantes por el reconocimiento de la dignidad de todos), nos formamos juntos para ser capaces de escucharnos, entendernos y generar las condiciones para que el saber del otro emergiera de manera construida, para así poder entrar en diálogo.

Hay muchas enseñanzas que saco de esta formación, pero me gustaría resaltar tres o cuatro ideas que me parecen fundamentales para favorecer la participación y la construcción colectiva de conocimiento entre personas de medios y experiencias diferentes:

  • Buena parte de los ejercicios que practicamos juntos fueron para tomar conciencia de que si no tenemos cuidado sólo creemos estar entendiéndonos. Las palabras, las cuestiones abordadas representan cosas diferentes para unos y otros. Usamos las mismas palabras para decir cosas diferentes y si no tomamos el tiempo suficiente, podemos pasar demasiado rápido sobre ellas y quedarnos cada uno en nuestra propia comprensión del tema. 

  • La necesidad de trabajar por “grupos de actores o de iguales”: el saber de cada uno se construye a partir de la interacción con otros y principalmente con aquellos que tienen una experiencia similar a la propia. Este saber construido de manera colectiva y autónoma es liberador y permite entrar en diálogo. Es fundamental que aquellos más vulnerables por culpa de la pobreza puedan desarrollar como grupo su propio saber.
  • No solemos estar cómodos cuando hay desacuerdos y tendemos a señalar demasiado rápido acuerdos o puntos que consideramos comunes aunque no nos hayamos dado el tiempo necesario para asegurarnos de que realmente lo son. Sin embargo, no evitar los puntos divergentes, nos permite ir más lejos, haciendo aparecer sensibilidades y comprensiones diferentes de aspectos que aparentemente parecen iguales, para que sean tomados en cuenta. 
  • Ejercitarnos en buscar qué parte de verdad hay en la argumentación del otro nos permite salir de nuestras propias lógicas y cuestionar nuestras certezas. Entonces es posible vivir un autentico “cruce de saberes”.
Reconocer que nuestras inteligencias y saberes compartidos son complementarios, y aprender a cruzarlos, me parece que es el camino necesario para construir un conocimiento sobre el que apoyarnos para acabar con la extrema pobreza.
9 de septiembre de 2014, Álvaro Iniesta Pérez