(a propósito de la ley boliviana sobre trabajo infantil)
Hace
unos días una noticia circuló por el mundo, en la que se indicó
que en Bolivia se emitió una ley por la que se legaliza y autoriza
el trabajo infantil. Tuve oportunidad de escuchar por Radio Francia
Internacional a personas bolivianas que comentaron sobre dicha ley.
Unos afirmaron que la ley era necesaria porque el trabajo infantil es
una realidad que no se puede impedir, que como consecuencia se hacía
necesario legislar para que los niños no sean explotados, para que
se les pague lo apropiado y para que trabajen en condiciones dignas.
Los opositores opinaron que esta ley no tenía porque emitirse, ya
que la obligación del Estado boliviano es la de impedir el trabajo
infantil, no consentirlo.
El
trabajo infantil no solo se da en Bolivia, también en Guatemala y en
otros países pobres del mundo. Con ley o sin ley continuará, y los
niños seguirán siendo explotados. Lo mismo sucede con el maltrato
infantil, con la inmigración interna y externa, entre otros males
sociales. En estos días se ha hablado de los miles de niños que por
diversas razones emigran de Centroamérica hacia los Estados Unidos.
Cualquier ley que regule o que pretenda regular el trabajo infantil,
el maltrato infantil o para impedir la inmigración no solucionará
los problemas sociales derivados de esas situaciones, la única
solución es el cambio total de las estructuras sociales, económicas
y políticas que rigen las relaciones entre personas, entre
sociedades y naciones, que privilegian a unos pocos, o a quienes
detentan los poderes, en detrimento de las mayorías o de los países
pobres, de ahí que la posible buena intención del gobierno de
Bolivia al legislar sobre el trabajo infantil lo único que hizo fue
legalizar una situación de injusticia social, de pobreza extrema, de
marginación y de explotación de miles de niños bolivianos. En mi
criterio es una grave equivocación.
En
el mundo no se necesitan cambios cosméticos para resolver los males
sociales, económicos y políticos, se necesitan cambios profundos,
solo así se podrán construir sociedades en paz y con justicia
social.
Max
Araujo
Ciudad de Guatemala