Diego Sánchez
La Paz - Bolivia
Este
afiche ha sido entregado a la población en una plaza pública
durante todo un domingo, reforzando la idea que se tiene de que todo
aquel que vive en pobreza es delincuente y violento. Lo más triste
de este afiche es que fue producido por la Policía Nacional de
Bolivia y el Gobierno Departamental de La Paz y uno al leerlo por
supuesto entiende que si son dos autoridades a este nivel, deben
tener la razón.
Muy
pocas veces he visto campañas que demuestren que dentro de la lucha
por la supervivencia en la pobreza, se generan otros valores en una
sociedad cada vez más competitiva e individualista, valores como la
búsqueda del bien común o el deseo de lucha comunitaria para salir
de la exclusión.
En
una conversación que iniciamos en una escuela pública de El Alto
acerca de la educación y la falta de acceso pleno a ella por parte
de las familias más pobres, una profesora nos decía “Estos
padres de familia son negligentes por mandar sucios a sus hijos,
luego ellos desaparecen y ya no vienen más, además siempre con la
excusa de que tienen muchos hijos, pero no es mi culpa si una familia
tiene diez hijos”.
Seguramente
esta profesora como la gran mayoría de las personas en nuestra
sociedad van alimentándose cada vez más con la idea de que el pobre
es negligente y sucio, de que cuando lo vemos en la calle hay que
cuidar la cartera gracias a panfletos como este que anuncian que “El pobre es
violento y delincuente”.
“Todo
tiene como objetivo estigmatizar a las familias de la pobreza
extrema, recordar sus múltiples «problemas». No vayamos a caer
también nosotros en esta tentación. Si queremos evitar que una
persona sea percibida de este modo, a través de esos estereotipos,
recortado en pequeños pedazos de vida, estamos obligados a tener en
cuenta permanentemente la globalidad de su propia historia, de la
historia de su familia, de su grupo social y a reubicarlas en la
globalidad de la historia de nuestra sociedad”1.
1
Extracto de las palabras del Padre Joseph Wresinski en 1975,
publicado en la revista “Reveu Quart Monde Nº 188” en noviembre
de 2003.
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