martes, 29 de marzo de 2011

Torrenciales lluvias e inundaciones en Bolivia

El pasado 26 de febrero se produjo un mega-deslizamiento de tierra en la ciudad de La Paz, este deslizamiento afectó a 148 hectáreas, teniéndose un total de 14 zonas afectadas de las cuales cuatro fueron totalmente destruidas y las 10 restantes presentan daños considerables que las hacen inhabitables.

Estos barrios son denominados “laderas” o “barrios periféricos”. La mayoría de personas que viven en estas zonas son de escasos recursos, muchas familias se vieron afectadas y tuvieron que dejar sus viviendas. Hasta el momento 1.353 familias fueron desplazadas perdiendo el fruto de toda una vida de trabajo.

Actualmente estas familias se encuentran albergadas en campamentos donde se habilitaron carpas, ahí soportan el hacinamiento y se enfrentan al frío de la noche. Cuando llueve el agua ingresa a sus carpas y los niños, adultos y ancianos se exponen a afecciones respiratorias y una serie de enfermedades. En algunos albergues la gente se ve obligada a convivir con sus animales, que lograron rescatar. El Ministerio de Salud reporta 128 perros y 75 gatos, por ejemplo.

Las principales causas de este mega-deslizamiento fueron las intensas lluvias que cayeron en estos últimos meses, la construcción de viviendas clandestinas y la sobrepoblación en barrios marginales.

¿Quiénes construyeron las viviendas clandestinas? Si bien es cierto que existe un número considerable de viviendas que fueron construidas de forma clandestina, es bueno comprender que la mayoría de la gente que construyó son inmigrantes pobres que vinieron del campo a la ciudad. Gente que no encontró otras opciones y no les quedó más que asentarse y construir sus viviendas en zonas de alto riesgo.

Pero las intensas lluvias e inundaciones afectaron a todo el país, la confederación de pueblos indígenas tiene el registro de 240 comunidades afectadas, estaríamos hablando de 27.000 personas aproximadamente. Defensa Civil hasta la fecha tiene registradas 15.335 familias afectadas por el fenómeno “la niña”.

Muchas comunidades en el campo desaparecieron completamente, miles de campesinos perdieron sus cultivos, cosechas y su ganado. Ellos perdieron el fruto de meses o años de trabajo (en el caso del ganado). Ahora no tienen medios de producción.

Quizá cientos de estos campesinos se verán obligados a dejar el campo. Tal vez buscarán la oportunidad de subsistir en la ciudad. Tal vez, al no encontrar dónde vivir, construirán sus viviendas en zonas de alto riesgo y seguramente nadie dirá nada hasta que esta historia se repita de nuevo.

Marcelo Vargas Valencia
La Paz - Bolivia

martes, 22 de marzo de 2011

Perdóneme, señor, pero aquí hay hambre

Hace treinta años, Manuel José Arce Leal, un escritor y poeta guatemalteco, que murió exiliado en Francia en 1985, escribió en una de sus columnas en El Gráfico de Guatemala un texto con el título “Perdóneme, señor, pero aquí hay hambre”. Hoy lo reproduzco para el blog, con la respectiva autorización, ya que por el alza de precios de los alimentos el tema del hambre está en boca de muchos analistas, como si esto fuera nuevo para países como el mío. El texto dice así:

“Sí, señor, hay hambre. Y hágame el favor de no seguirla llamando desnutrición, subalimentación, ni palabritas por el estilo. Porque esto no necesita de neologismos: hambre es y hambre se llama. Mi pueblo tiene hambre. Los niños nacen y mueren con hambre. Ya sé que esto no es un tema agradable y que echa a perder a veces la digestión. Lo siento por su desayuno de hoy, pero voy a hablarle de eso.

Fue necesario que el New York Times lo publicara para que cierta gente en Guatemala empezara a pensar que a lo mejor sí, como que hay algo de eso, aunque muy exagerado, claro está. Pero no crea que exageran, ni que estas son mentiras de los “comunistas” para espantar el turismo. En Guatemala hace mucho que hay hambre. ¿Y sabe usted una cosa? El plomo pesa, pero el hambre no se sacia con balas. Y sobre los muchos que ya pesan en nuestra historia, este es otro crimen imperdonable.

Claro que echarle las culpas a la “inflación mundial” es una bonita zafada. O decir que los indios son huevones y que por eso tienen hambre. O decir que qué se va a hacer. Hay algunos que tienen mala suerte, que no progresan porque no quieren y toda esa retahíla de excusas canallas. Hay inflación mundial, cierto. Pero eso no es todo: porque aquí la inflación sólo ha golpeado a la clase media y a la clase trabajadora -campesina o urbana-. Los demás se hacen los “quesos”. No dejarán por eso de gastarse algunas decenas de miles de quetzales en su carrazo de lujo. Si les ponen impuestos les viene flojo, porque suprimen plazas y salarios, a la vez que encarecen productos y ¡santos en paz! La inflación ha resultado un gran negocio para muchos: el estupendo pretexto. Y están sacando buena tajada de ella.

Este país tiene tierra como para alimentar holgadamente a todos sus habitantes. Pero para que ello fuera un hecho, el negocio habría que manejarlo de una manera muy diferente: a manera de que la gente que produce la riqueza de Guatemala con su sudor, su miseria y su hambre, tuviera también derecho a vivir, por lo menos. ¿Cuántos almuerzos de niño indígena vale su carro último modelo, su lancha de lujo, su chaletito, su casa diseñada por el arquitecto fulano y decorada por el señor zutano? ¿Cuántos litros de esa leche que jamás llega a los niños cuesta su última parranda a la que llegó Don Fulanón, Don Zutanazo y Don Perencejote? Ya sé que usted limpia su conciencia diciendo que esto no es culpa suya. No será culpa suya, exclusivamente, pero sí es culpa de ustedes, de un ustedes en el que caben algunas personas: aquellos que comercian con el hambre de nuestro pueblo, aquellos que se asocian para el saqueo de las riquezas de este país, aquellos que le zampan un balazo al espejo que los ofende con su propia imagen.

En Guatemala hay hambre, si señor, HAMBRE. Hasta aquí, el violento disque ha contenido y ha ahogado. Pero ¿Cuánto más va a soportar? ¿O es que ustedes mismos, los que hace apenas un poco de tiempo hablaban de reformar ciertas cosas, de dejar un respiro de justicia al pueblo, de poner en orden a los hambreadotes de nuestro país, ya se sienten seguros, porque ninguna metralleta les quita el sueño?”.

Manuel José, como muchos intelectuales guatemaltecos ya fallecidos, sigue siendo una autoridad y una conciencia para quienes seguimos sus caminos, por eso leerlos de vez en cuando nos fortalece y nos ayuda a seguir luchando para que se construya un mundo sin pobreza extrema.

Sirva este texto para recordar a un maestro y para hacer nuestros sus pensamientos, aunque estos golpeen nuestras buenas conciencias.
Max Araujo
Guatemala Ciudad

lunes, 14 de marzo de 2011

No te olvides de partir el pan

Saliendo de la embajada de Filipinas me disponía a buscar la estación de tren más próxima. Caminaba de prisa para no llegar tarde al aeropuerto. Una mujer también caminaba de prisa pero en sentido contrario y llevando dos barras de pan. Nuestras miradas se encontraron, se reconocieron y por fin, una sonrisa se dibujaba en nosotras por la alegría del encuentro.

- Buenas tardes
- Buenas tardes señora cómo le va
- De dónde es usted
- Boliviana y usted de dónde…

Y olvidé el tren y la estación y el aeropuerto en nombre de la alegría de encontrar un rostro como el mío. Y ella olvidó su…. No me dio tiempo de preguntar a dónde iba ella.

Me contó que vive en París hace cinco años y en diez minutos me resumió su historia, las penas y las humillaciones por las que tuvo que pasar todo este tiempo. Aquí siempre vamos a ser “les femmes de ménage”, en La Paz también trabajaba limpiando casas pero por lo menos la señora me saludaba, aquí ni te saludan, te miran como al perro. Mi amiga dice que nunca vamos alcanzar a ser como los de aquí porque siempre tendremos la cara que tenemos… Y terminó con un quiero volver, aquí nunca vamos a ser iguales que ellos.

Me contó también de las penas de otros, de otros de los nuestros, “a veces nos encontramos en la calle cuando salimos, nos miramos y clarito nos reconocemos, todos pasamos los maltratos que tenemos que pasar, para vos también debe ser así no? Dónde trabajas?”

Y por primera vez sentí vergüenza, “disculpe señora, yo no trabajo limpiando casas, yo vine aquí con un seguro de salud y el pasaje de avión pagado, ahora tengo el seguro del gobierno francés, es el mínimo pero está bien. Sabe? Yo soy voluntaria en un movimiento que lucha contra la exclusión y contra la pobreza, pero hoy por usted no puedo hacer nada…” podría haberle dicho, pero en cambio le dije “yo trabajo fuera de París, es una organización, como una ong y justo ahora tengo que buscar a mi compañera en el aeropuerto, disculpe que me vaya tan rápido, me hubiera gustado charlar más con usted”

Y por otros 20 minutos, me contó las razones por las que llegó a París, de cómo la estafaron con el billete de avión, de cómo tuvo que dejar a su familia, de cómo nunca le ceden el paso en las calles, de cómo se pasa horas y horas trabajando por un salario que no alcanza, de cómo...

- Bueno señorita, cómo se llama usted
- Susana y usted?
- Alicia
- Mucho gusto doña Alicia, pero ya tengo que irme

Pero no pude irme, me quedé para escuchar de las veces que se encontró sin dónde dormir y sin qué comer, de las veces que la nostalgia la invade y la hacen llorar. Me miró y me dijo –le gusta el pan? No quiere un pedazo?– Y aunque intenté decir que no gracias, mi cultura y mis costumbres me hicieron decir

- Muchas gracias, sólo un poquito
- Pero tome otro pedacito, es muy poco, el pan siempre hace falta, yo sé lo que es pasar hambre.

Y por segunda vez sentí vergüenza, “no señora, yo no sé lo que es pasar hambre, yo siempre tuve, nunca me faltó” tendría que haberlo reconocido, pero en cambio no dije nada, sólo le agradecí por el pan. Le agradecí también por su gran lección pero en silencio. Porque con este pequeño gesto Alicia también me dijo, y conmigo a ustedes, algo que casi siempre olvidamos. “No te olvides de partir el pan donde quiera que te encuentres”.

Susana Huarachi Quispe
Orgerus - Francia

domingo, 6 de marzo de 2011

¿Por qué me cuesta tanto entender el enfoque de género?


Día Internacional de la mujer
Gran gala en la ONU para celebrar, por fin, la liberación de las mujeres. Un nuevo mundo, una nueva era... Así empieza la 55 Comisión sobre el Estatus de la Mujer y así se inaugura la más nueva instancia de la ONU, ONU Mujeres, entidad para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Este año el tema de la Comisión es: Acceso a la educación, formación profesional, ciencia, tecnología, empleo a tiempo completo y trabajo decente.

¿Por qué me cuesta tanto entender el enfoque de género?
La mayor parte de las mujeres que se reúnen en esta sesión han tenido y siguen teniendo acceso a la educación, la ciencia, la tecnología y el trabajo decente. Muchas, por su estatus social, también tienen acceso a criada, nana, sirvienta, empleada del hogar... (como quiera que se llame en su país). Las mujeres (también hay hombres en esta sesión) ¿se han parado a pensar qué acceso a la educación, la formación profesional, la ciencia, la tecnología, el empleo a tiempo completo y el trabajo decente tienen sus empleadas?

Espero que muchas lo hayan hecho, espero que sus empleadas coticen a la seguridad social y tengan un plan de pensiones. ¿No es esto de lo que estamos hablando?

Otra de las razones por las que me cuesta entender el enfoque de género es porque se sobreentiende que los malos son los hombres y, sutilmente, se pasa por alto que opresoras y oprimidas forman parte del mismo grupo. Los dictadores que oprimen a los pueblos y les privan de sus derechos y libertades tienen madres, mujeres e hijas que les apoyan. Las niñas que trabajan en el servicio doméstico trabajan para señoras, mujeres todas ellas. Hay mujeres dueñas de burdeles que trafican y prostituyen a niñas y mujeres. Son mujeres las que educan a los niños que después se hacen hombres y maltratan a sus mujeres. Son mujeres las guardianas de las costumbres y tradiciones, que fueron mutiladas y mutilan a sus hijas...

De parte de qué mujer me pongo, porque, como mujer, todas ellas habitan en mí.
¿Quiénes son las más vulnerables, las que han sufrido más tiempo, las menos visibles?
Todo este sinsentido de lucha feminista y enfoque de género, sólo cobra sentido para mí, como mujer, si somos capaces, por una vez, de olvidarnos de nuestra situación (muchas veces de privilegiadas) y ponernos a la escucha de las mujeres más vulnerables, las que viven en la pobreza extrema, las que sufren violaciones de derechos en todos los ámbitos de su existencia.

Y digo ponernos a la escucha y aprender porque no estoy segura de que la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres sea la lucha que quieren, pueden y deben luchar. La extrema pobreza en muchos casos hace imposible la relación más básica, también la más difícil, la que hace posible la vida, la relación entre hombre y mujer; cuando las condiciones de vida son tan extremas que los derechos de la mujer a ser mujer y existir son tan violados como los del hombre a ser hombre y existir, el enfoque de género deja de tener sentido.

¿Cuántas veces he oído hablar de esos hombres inútiles y violentos, vagos y borrachos y de cuánto mejor están las mujeres sin ellos? ¿Cuántos programas y proyectos de ayuda a las mujeres pobres las condenan a una vida sin hombres? ¿Qué futuro pueden tener los niños que crecen sin sus padres? ¿Cuán capaces somos las mujeres de escuchar también a esos hombres, que de tanta humillación y sufrimiento, que de puro imposible, la emprenden a palos con los más cercanos, y aprender juntos a construir diferente, a vivir diferente?

Cristina Diez Saguillo
Nueva York - Estados Unidos