lunes, 14 de marzo de 2011

No te olvides de partir el pan

Saliendo de la embajada de Filipinas me disponía a buscar la estación de tren más próxima. Caminaba de prisa para no llegar tarde al aeropuerto. Una mujer también caminaba de prisa pero en sentido contrario y llevando dos barras de pan. Nuestras miradas se encontraron, se reconocieron y por fin, una sonrisa se dibujaba en nosotras por la alegría del encuentro.

- Buenas tardes
- Buenas tardes señora cómo le va
- De dónde es usted
- Boliviana y usted de dónde…

Y olvidé el tren y la estación y el aeropuerto en nombre de la alegría de encontrar un rostro como el mío. Y ella olvidó su…. No me dio tiempo de preguntar a dónde iba ella.

Me contó que vive en París hace cinco años y en diez minutos me resumió su historia, las penas y las humillaciones por las que tuvo que pasar todo este tiempo. Aquí siempre vamos a ser “les femmes de ménage”, en La Paz también trabajaba limpiando casas pero por lo menos la señora me saludaba, aquí ni te saludan, te miran como al perro. Mi amiga dice que nunca vamos alcanzar a ser como los de aquí porque siempre tendremos la cara que tenemos… Y terminó con un quiero volver, aquí nunca vamos a ser iguales que ellos.

Me contó también de las penas de otros, de otros de los nuestros, “a veces nos encontramos en la calle cuando salimos, nos miramos y clarito nos reconocemos, todos pasamos los maltratos que tenemos que pasar, para vos también debe ser así no? Dónde trabajas?”

Y por primera vez sentí vergüenza, “disculpe señora, yo no trabajo limpiando casas, yo vine aquí con un seguro de salud y el pasaje de avión pagado, ahora tengo el seguro del gobierno francés, es el mínimo pero está bien. Sabe? Yo soy voluntaria en un movimiento que lucha contra la exclusión y contra la pobreza, pero hoy por usted no puedo hacer nada…” podría haberle dicho, pero en cambio le dije “yo trabajo fuera de París, es una organización, como una ong y justo ahora tengo que buscar a mi compañera en el aeropuerto, disculpe que me vaya tan rápido, me hubiera gustado charlar más con usted”

Y por otros 20 minutos, me contó las razones por las que llegó a París, de cómo la estafaron con el billete de avión, de cómo tuvo que dejar a su familia, de cómo nunca le ceden el paso en las calles, de cómo se pasa horas y horas trabajando por un salario que no alcanza, de cómo...

- Bueno señorita, cómo se llama usted
- Susana y usted?
- Alicia
- Mucho gusto doña Alicia, pero ya tengo que irme

Pero no pude irme, me quedé para escuchar de las veces que se encontró sin dónde dormir y sin qué comer, de las veces que la nostalgia la invade y la hacen llorar. Me miró y me dijo –le gusta el pan? No quiere un pedazo?– Y aunque intenté decir que no gracias, mi cultura y mis costumbres me hicieron decir

- Muchas gracias, sólo un poquito
- Pero tome otro pedacito, es muy poco, el pan siempre hace falta, yo sé lo que es pasar hambre.

Y por segunda vez sentí vergüenza, “no señora, yo no sé lo que es pasar hambre, yo siempre tuve, nunca me faltó” tendría que haberlo reconocido, pero en cambio no dije nada, sólo le agradecí por el pan. Le agradecí también por su gran lección pero en silencio. Porque con este pequeño gesto Alicia también me dijo, y conmigo a ustedes, algo que casi siempre olvidamos. “No te olvides de partir el pan donde quiera que te encuentres”.

Susana Huarachi Quispe
Orgerus - Francia

4 comentarios:

  1. Querida Susama muchas gracias por compartirnos esa experiencia, en mucho tiempo que no me identifico con una historia como me pasó con la tuya. Muchas veces camino por la calle, veo señoras de la alta sociedad que toman sus carteras como si yo les fuera a robar, la gente te juzga por tu apariencia sin imaginar todo lo que pasaste en la vida o lo que llevas dentro de ti.
    Al salir del país esta situación empeora, nos ven como si hubiéramos nacido para servirles. Pero no se dan cuenta que todo lo que disfrutas también se lo deben a nuestro país y a países como el nuestro, países sumidos en la pobreza.
    Lastimosamente las sociedades desarrolladas llegan a puntos de indiferencia que no puedo comprender, me indigna saber que las hermanos y hermanos de mi tierra tengan que soportar maltratos en tierras lejanas, mientras que nosotros tratamos a los extranjeros como los mejores de este planeta.
    No creo que la lucha se trate por invertir papeles, para mi simplemente parte porque respetemos y nos respeten. El orgullo de la sangre que correo por tus venas nadie en este planeta te lo debe quitar, el orgullo de ser boliviana es la fuerza que te permitirá luchar para cambiar esta triste realidad.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Susy por compartir de tu reflexión y por recordarnos la generosidad.

    ResponderEliminar
  3. Hola Susana, que interesante su anecdota y reflexion la verdad que lo que comenta usted es un gran realidad, ya que con la vida agitada del mundo actual, olvidamos lo primordial de la vida esta en el compartir con aquellos que por la miseria o exclusion social, han salido de las miradas de la sociedad de consumo, me gusta mucho que haya compartido su experiencia en el blogs, pues es a traves de la escucha y el dialogo que logramos enriquecer nuestras vidas, pues no hay otra mejor manera de reconocer y testificar los derechos de los mas pobres en el encuentro acompañamiento y escucha, bueno saludos a todos.
    Atte. Ivan

    ResponderEliminar
  4. Cuando vivía en Madrid, me acuerdo la increíble facultad que tenía de percibir que un francés estaba presente en mi alrededor, solamente al percibir la música de su voz en medio de cualquier ruido, sea en el metro o en un bar... Así somos de una cultura y de un país y lo descubrimos todavía más cuando nos alejamos de nuestra tierra.
    Me gusta mucho tu compartir, tanto por la fuerte denuncia que cabe de la forma con la cual se puede tratar a los extranjeros en mi país, como por los interrogantes que te surgen porque compartes en este momento las seguridades que tienen la inmensa mayoría de los habitantes en Francia, incluso la mayor parte de los inmigrantes. Eso te hace sentirte incomoda, y lo puedo entender...
    De allí debe desforzarse nuestro compromiso para que para todos sin excepción sean respectados los derechos humanos y la dignidad humana.

    ResponderEliminar