Tom me decía hace un
par de semanas que los pobres en el Reino Unido lo son porque lo eligen,
porque no se esfuerzan lo suficiente, incluso que no hay pobreza en el
Reino Unido, que las prestaciones sociales les dan de comer y son
suficientes… y yo, con los nombres y las caras de tantos pobres que he
conocido agolpándose en mi cabeza, torpemente argumentaba que no, que la
pobreza existe, que se impone, que no son culpables… pero tan
torpemente que no pude convencerle, esta es mi segunda oportunidad.
Pete nunca
dejó de buscar trabajo, algunas veces hasta lo encontró,
entonces ganaba unas 4 libras a la hora, unas 600 al mes. Un salario
injusto que no permite –ni a Pete ni a miles como él- salir de la
pobreza y construir un futuro; y unos trabajos que no estaban pensados
para durar: una campaña de Navidad en una fábrica, o de otoño limpiando
las hojas de las calles de Londres, o unos días de peón en una obra, o
de vendedor de contratos de teléfono imposibles de vender… Al final de
cada intento era siempre complicado recuperarse: volver a los papeles
para solicitar las prestaciones sociales y la vergüenza de un nuevo
fracaso, pero unas semanas de trabajo servían para pagar algunas deudas y
algo más, así lo decía Pete “cuando salgo a
trabajar por las mañanas me siento como una persona normal,
pienso que todo va a cambiar, que a partir de ahora seremos una familia
normal”.
Me
impresionaba su determinación y su gentileza. Me
impresionaba que fuera a tantas entrevistas, que pudiera manejar tantos
fracasos, tantas humillaciones, que pudiera volver a levantarse y que
no estuviera siempre enfadado, que no nos detestara a todos, que no
detestara al mundo que le trataba tan mal, que le dejaba siempre al
margen de la oportunidades, sin haber hecho nada mal, al menos nada peor
que cualquiera de nosotros.
No tener
nunca el dinero suficiente para vivir es vivir en la pobreza. No
poseer las herramientas –de manera real- de acceder a las oportunidades
que nos sacarán de la pobreza, es estar
condenado a vivir en la pobreza crónica. Malo es saber que
los demás piensan que es todo culpa tuya, lo peor –sin duda- es empezar a
creértelo: “Pobreza es ver en la tele cómo las cosas deberían ser y
pensar que debe haber algo mal en mi que hace que mi vida no pueda ser
así”(2).
Releyendo
estas líneas me doy cuenta de que dificilmente convencerán a Tom de
nada, ni de que la pobreza existe, ni de que no es culpa de ellos, ni de
que es necesario hacer algo para remediarlo, ni de que él mismo podría
hacer algo para remediarlo. Pero a lo mejor a ti, lector,
internauta, persona de a pie, ciudadano, ser humano, a lo mejor te he
convencido a ti. Eso sería una suerte.
Beatriz Monje Barón.
Londres, Reino Unido
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