lunes, 11 de mayo de 2009

EUROPA HACE DESAPARECER LA POBREZA EXTREMA

PONGAMOS ESPAÑA COMO EJEMPLO

Desde hace unos años en numerosos países de Europa, entre ellos España, ya no se habla de miseria, ni de pobreza extrema, ni siquiera de pobreza a secas, ahora se habla de pobreza relativa y de exclusión social. También se habla de “colectivos”, pero esta será la historia de otro artículo.

¿Y qué es la tasa pobreza relativa? Es el porcentaje de personas que están por debajo del umbral de pobreza. El umbral de pobreza está fijado en el 60% de la mediana de los ingresos por unidad de consumo y la mediana es el valor que, ordenando a todos los individuos de menor a mayor ingreso, deja una mitad de los mismos por debajo de dicho valor y a la otra mitad por encima. 

Para obtener esta tasa se utiliza la Encuesta de Condiciones de Vida que en 2007 decía que el 19,7% de la población residente en España, 23,4% de los niños menores de 16 años, está por debajo del umbral de pobreza relativa. ¿Uno de cada cuatro niños en España es pobre?

Pero, ¿qué es este indicador de pobreza relativa?, ¿para qué sirve?, ¿qué consecuencias tiene sobre las personas que realmente viven en la pobreza extrema?

Es, ante todo, un indicador de desigualdad social. 

No mide la pobreza extrema porque las personas que la viven, por su situación, están excluidas de los muestreos de la Encuesta de Condiciones de Vida.

Sirve para expandir la noción de “colectivo de pobres” y ocultar así la pobreza extrema. Permite, por ejemplo, que en la Unión Europea ya no se hable de políticas de lucha contra la pobreza (mucho menos de lucha contra la pobreza extrema) sino de políticas de inclusión social. 

Mide la pobreza y, por lo tanto dirime al Estado de su responsabilidad de medir, estudiar... la pobreza extrema: quiénes la viven, qué la causa, cuales son las condiciones de vida, qué pistas para actuar…

Permite la elaboración de políticas de igualdad, equidad y justicia social basándose en la situación y las características de un 20% de la población. Se crean servicios, se elaboran proyectos de los que las personas que viven en la pobreza extrema no se benefician o, si participan, fracasan estrepitosamente. Y se les culpabiliza de este fracaso, de que el Estado invierta tantos recursos en ellos y ellos sigan en las mismas condiciones o peores. Y, sin embargo, es evidente, ¿cómo se van a beneficiar de proyectos que no tienen en cuenta sus condiciones de vida, sus capacidades, sus dificultades, sus esfuerzos...?

Otra evidencia: si queremos saber algo sobre la pobreza extrema en nuestros países, es necesario combinar los estudios cuantitativos con estudios cualitativos, estudios que profundicen en la historia, las condiciones de vida y la lucha de familias que viven en la pobreza extrema y, en la medida de lo posible, que estas personas sean actores y no meros objetos de los estudios.


Cristina Diez Sagüillo
Madrid, España

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