PONGAMOS ESPAÑA COMO EJEMPLO
Desde hace unos
años en numerosos países de Europa, entre ellos España, ya no se habla
de miseria, ni de pobreza extrema, ni siquiera de pobreza a secas, ahora
se habla de pobreza relativa y de exclusión social. También se habla de
“colectivos”, pero esta será la historia de otro artículo.
¿Y qué es la tasa pobreza
relativa? Es el porcentaje de personas que están por debajo del umbral de
pobreza. El umbral de pobreza está fijado en el 60% de la mediana de los
ingresos por unidad de consumo y la mediana es el valor que, ordenando a
todos los individuos de menor a mayor ingreso, deja una mitad de los
mismos por debajo de dicho valor y a la otra mitad por encima.
Para obtener
esta tasa se utiliza la
Encuesta de Condiciones de Vida que en 2007 decía que el
19,7% de la población residente en España, 23,4% de los niños menores de
16 años, está por debajo del umbral de pobreza relativa. ¿Uno de cada
cuatro niños en España es pobre?
Pero, ¿qué es
este indicador de pobreza relativa?, ¿para qué sirve?, ¿qué
consecuencias tiene sobre las personas que realmente viven en la pobreza
extrema?
Es, ante todo,
un indicador de desigualdad social.
No mide la
pobreza extrema porque las personas que la viven, por su situación,
están excluidas de los muestreos de la Encuesta de Condiciones de Vida.
Sirve para
expandir la noción de “colectivo de pobres” y ocultar así la pobreza
extrema. Permite, por ejemplo, que en la Unión Europea ya no se hable de
políticas de lucha contra la pobreza (mucho menos de lucha contra la
pobreza extrema) sino de políticas de inclusión social.
Mide la pobreza
y, por lo tanto dirime al Estado de su responsabilidad de medir,
estudiar... la pobreza extrema: quiénes la viven, qué la causa, cuales
son las condiciones de vida, qué pistas para actuar…
Permite la
elaboración de políticas de igualdad, equidad y justicia social
basándose en la situación y las características de un 20% de la
población. Se crean servicios, se elaboran proyectos de los que las
personas que viven en la pobreza extrema no se benefician o, si
participan, fracasan estrepitosamente. Y se les culpabiliza de este
fracaso, de que el Estado invierta tantos recursos en ellos y ellos
sigan en las mismas condiciones o peores. Y, sin embargo, es evidente,
¿cómo se van a beneficiar de proyectos que no tienen en cuenta sus
condiciones de vida, sus capacidades, sus dificultades, sus
esfuerzos...?
Otra evidencia:
si queremos saber algo sobre la pobreza extrema en nuestros países, es
necesario combinar los estudios cuantitativos con estudios cualitativos,
estudios que profundicen en la historia, las condiciones de vida y la
lucha de familias que viven en la pobreza extrema y, en la medida de lo
posible, que estas personas sean actores y no meros objetos de los
estudios.
Cristina Diez
Sagüillo
Madrid, España
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