El traje típico en
Guatemala, es una de las diferencias que caracterizan a las
comunidades a lo largo de nuestro país, ya que es un elemento
principal de la cosmovisión Maya, un símbolo de identidad cultural.
Nos dan una señal de identificación. Sus coloridos y misteriosos
colores que adornan las calles de los pueblos del interior del país,
son una muestra de esta diversidad que forma parte de la
presentación de nuestra tierra a nivel internacional.
Para muchos, es un
orgullo portar este traje típico. Es poner de manifiesto esta
cultura, llevar algo muy nuestro, único, bello. Pareciera que para
todos es evidente esta identidad cultural.
En la cotidianidad de
este país, golpeado por las injusticias, por la pobreza, por un
conflicto armado, por las desigualdades; vemos en el día a día a
una población que sufre aún más: los pueblos indígenas. Y es que
no es nada fácil ser indígena en este país, además de la pobreza
pesa sobre ellos la carga de la discriminación, más evidente para
ellos que para los mismos pobres “ladinos”.
Razones económicas, de
educación, transculturación, discriminación, migración, son
algunos de los casos por los que muchas personas han dejado de usar
el traje típico.
En el mercado, en la
calle, en los centros públicos de asistencia, en la camioneta, es
decir en casi todos los lugares, he visto cómo las personas
indígenas son tratadas de manera despectiva. “vos María” dicen
en el mercado a las personas que venden sus productos, haciendo una
generalización como si todas se llamaran así. “Parecés indio”,
o “tan indio que sos”, oímos muy a menudo, poniendo una
afirmación muy fuerte, que tiene un trasfondo despectivo.
He oído sobre el trato
que reciben las mujeres indígenas en los hospitales. Son tratadas
sin respeto, discriminadas por el hecho de ser indígenas. Pareciera
que son menos que las demás. Una persona presenció la humillación
en la sala de parto, cuando a una mujer la obligaron a dar a luz a
su hijo en el piso, aduciendo que “ellas están acostumbradas de
esa forma”.
En la calle muchas
mujeres llevan un “güipil”. Pero no todas son “indígenas”.
Y es que llevarlo, en cierta manera te vuelve vulnerable. Yo he
visto y sentido las miradas despectivas, pero también miradas de
recelo. Recelo de aquellas que siendo sinceras portadoras de este
traje, quizá ven en las ladinas una usurpación a esta identidad.
Yo me siento orgullosa de
portar un güipil, pero más que el güipil, me siento orgullosa de
ser guatemalteca, de ser llamada chapina, de haber nacido en la
tierra del quetzal, en la tierra del maíz.
Me pregunto: ¿Cuándo
podremos todos, en este país colorido, vivir sin hacer distinción
entre lo que vestimos, lo que comemos, o el lugar en donde vivimos?
¿Cuándo seremos capaces de sentirnos plenamente orgullos de nuestra
cultura, pero sobre todo sentirnos orgullosos de nuestros
compatriotas, y más allá, dignificarnos como personas?
Elda Nohemi García
Escuintla, Guatemala
Escuintla, Guatemala
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