Alberto
Ugarte Delgado
“Yo
tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede,
que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre
fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre
que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía
porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde
están esos libros?1”
El poeta
español Federico García Llorca, reivindicaba con estas palabras el
derecho al saber como un derecho fundamental para todo ser humano.
Han pasado más de 80 años desde que el poeta hiciera esta alocución
y sin embargo el acceso al enorme patrimonio cultural que la
humanidad ha creado, es aún una promesa lejana para millones de
personas en el mundo.
Si asumimos
como premisa que la cultura es aquello que hace que los seres humanos
sean cada vez más humanos, dejar a hombres, mujeres y niños
privados de los medios que les permitan desarrollar su propia cultura
y acceder al patrimonio cultural de la humanidad, es no sólo
expresión de una gran injusticia, sino también un acto de
inhumanidad, que va a contracorriente de todo aquello que a lo largo
de siglos y desde las culturas más diversas, el hombre ha forjado,
para hacer de nosotros mejores seres humanos.
De todas las
barreras que impiden el acceso a la cultura, tal vez la más injusta
e insoportable sea la de la pobreza extrema, que mina las
posibilidades de la persona para un desarrollo pleno de sus
capacidades aún antes de su nacimiento. La pobreza no es sólo la
expresión de carencias materiales, es también y sobre todo, una
forma de violencia para quienes la sufren; el impacto de la
discriminación y del maltrato al que están expuestos los más
pobres, deja secuelas en su vida que son difíciles de superar y
constituyen un peso enorme que los llena de inseguridad, desconfianza
y miedo que aplasta sus vidas.
Las
condiciones de vida que impone la pobreza extrema destruyen a la
persona, de ahí que toda respuesta que se limite sólo a la
dimensión material o económica quedará corta ante la complejidad y
magnitud del problema. Ante esto, desde el Movimiento ATD Cuarto
Mundo afirmamos el derecho de los más pobres para contar con los
medios que les permitan valorar su identidad, construirse como
ciudadanos plenos y asumir su destino. En este esfuerzo la cultura no
es sólo un medio sino también un fin en sí mismo; Porque, como
afirmaba el Padre Joseph Wresinski, “…construir
la libertad con los más pobres es una aventura. Y liberar las
inteligencias, la imaginación y la creatividad de las familias cuya
cultura hemos truncado, también es un combate en favor de los
Derechos Humanos”2.
La
Biblioteca de Calle se inscribe en este esfuerzo que es el de llevar
el arte, la cultura y el saber a los sectores más desfavorecidos;
servir como puente entre aquellos que tienen una vida difícil a
causa de la pobreza y la exclusión, con aquellos que han tenido las
oportunidades que los otros no tuvieron y hacerlo a través de un
medio como es el libro, capaz de abrir las puertas a la imaginación,
a la creatividad y al saber. La Biblioteca de Calle es un espacio de
encuentro e intercambio, en el que sobre la base de la reciprocidad
se busca construir una relación de respeto, confianza y afecto que
permita reconstruir las seguridades que la pobreza destruye.
Lima, Agosto
del 2013
1
Locución de Fedérico Garcia Lorca al pueblo "Fuente de
Vaqueros". Septiembre, 1931.
2
Wresinski Joseph, "La Cultura que,
compartida, libera. Cultura y Pobreza". Velada-Debate en el
Centro Georges Pompidou. París, 16 de marzo de 1987.
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