lunes, 16 de diciembre de 2013

Emilio


Linda García Arenas
Guatemala Ciudad

Otra vez este viejo pidiendo limosna ¡que se ponga a trabajar! Que todavía le quedan manos. Ahora anda con otro niño, ¡a saber cuántos ishtos shucos[1] tendrá! Me pregunto por qué esta gente insiste en tener tantos hijos, si no tiene “money” para mantenerlos. Seguramente todos van a parar como él, haciéndose el inválido para no trabajar.

Me imagino a la esposa, echadota, dándose la grande. Viviendo del dinero de otros. Resulta que no sólo hay que pagarles la educación y la salud con nuestros impuestos, sino que encima hay que darles para vivir. Qué asco de gente. Los deberían de exterminar, total, no tienen ganas de aprender…

Vi a Emilio. Lo vi correr y entrar al restaurante para que no lo viera. Cuando salió, se escondió tras un bote de basura. Pero lo vi. Y me vio. Me quedé platicando con su papá, que sostenía el vaso vacío para pedir limosna. Estaba en la silla de ruedas.

A Emilio no le gusta que lo miremos pedir dinero. ¿Tendrá 11 años tal vez? Pienso que siente vergüenza, yo también la tendría. Creo que todos la tendrían. Pedir limosna es algo indigno. Pero para muchos necesario. A veces lo llego a considerar casi un trabajo. Estar ahí temprano, buscar un buen lugar, buscar algo para comer, recibir unas monedas, a cambio de una bendición. No es fácil pedir dinero.

Siempre vi a la gente pedir dinero en las calles, desde que soy niña. Pero nunca había conocido a uno de ellos. En carne propia, conocer su casa, su barrio, su familia, así como conozco a Emilio. A él también lo conozco, desde pequeño, pero ahora más que antes. Emilio, se guarda sus silencios, muy en lo profundo. El día del velorio de su hermano, Emilio lloraba en una esquina. Lo vi, lo consolé. En el resto de la noche y el día siguiente no lloró más. El dolor lo llevaba por dentro. ¡Con diez años que tenía en aquel tiempo!

A su papá, lo conozco poco, sé que está en silla de ruedas por una enfermedad que requiere de muchos medicamentos. Que no hay tratamiento en el hospital público, mucho menos la medicina. Total, no hay nada. De su madre, sé que desde siempre ha trabajado, pero que desde su esposo está en silla de ruedas, le toca más duro. Sale a vender aguacate, camina mucho, bajo el sol y el calor.

Su hermano, que murió asesinado, fue pionero en ir a la escuela ¡el primero de toda la familia! No fue fácil. La escuela no es muy comprensiva con los pobres. Los pagos, el material, los maestros que desconocen la vida de sus alumnos y piden cosas fuera de su alcance. Son muchos los motivos por los que la escuela no es un lugar agradable.

Pero Emilio, Emilio si va a la escuela. Está en cuarto grado. El otro día le dejaron como tarea buscar recortes de animales. En todo el asentamiento no encontramos ni un solo recorte, solo periódicos viejos. Le dije a Emilio que buscara un sobre de consomé. Estos sobres tienen un pollito afuera. Lo buscó entre la basura y fue el único recorte de animalito que pudo encontrar en su casa. ¡Bastante ingenioso! Pero faltaban muchos otros recortes.

Emilio tiene otros hermanos, como Mau, al inicio de año estaba entusiasmado con aprender a leer y escribir. Ahora no tanto. Parece que hay algo con la maestra, o quizás sean los montones de planas[2] a las que no le encontrará mucho sentido. Ni siquiera yo entiendo el sentido de tanta plana. Con unas cuantas repeticiones, bien hechas, bastaría.

Luego está la chica, Vale, ¡gran lectora! Ya hace años que a pesar de ser tan joven, unos años más que Emilio, se devora los libros, los comprende y los recuerda. Es una chica tan inteligente, que espero siga avanzando en la escuela, a pesar de las adversidades. Bueno, la escuela no es gran garantía. La escuela de los pobres es la más mediocre. No se compara en nada con los colegios[3]. Pero parece que algo es algo, al fin y al cabo, es lo que hay.

Emilio tiene muchos hermanos. Luego dicen que la sobre población y eso. Como si alguien supiera cuántos hijos tienen los ricos. Yo ni idea. Pero a los pobres, a ellos si les cuentan los hijos. Y son muchos, parece. Todos opinan, muy pocos rompen tabúes sobre el rol de la mujer o se dedican a educar en sexualidad. De todas formas, eso de juzgar al otro por los hijos que tiene, o deja de tener, no me gusta.

Pero estábamos con Emilio. Un día antes de su cumpleaños le dije que le llevaría un regalo. El mismo día del cumpleaños, se me escurrió. No se lo di. A la semana, se escondió, no se lo di. Total, me quedé el regalito. Creo que no lo veía con buenos ojos. Quizás como una limosna más, no le gustan las cosas regaladas.

Por cierto, nunca le he preguntado a Emilio que quiere ser de grande. La próxima vez que lo vea, se lo pregunto.




[1] Niños sucios
[2] Hojas donde se repiten tareas.
[3] En Guatemala los ‘Colegios’ se refieren a la educación privada

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