lunes, 24 de marzo de 2014

Carmelo ¿derecho a existir?


Carmelo vive en una pequeña chabola hecha con tablones, cartones y plásticos, al pie de un árbol, en una pequeña bifurcación de caminos a las afueras de la ciudad.
Este lugar fue conocido en su día por albergar el mayor “supermercado de la droga” del sur de Madrid, pero de aquello sólo queda el recuerdo, la reputación, y algunas personas que aún se refugian allá huyendo de la gran ciudad, curando sus heridas, sobreviviendo.
Un compañero, rumbo a la casita de Carmelo, me decía: “esto parece Sarajevo”: escombros de casas derribadas y restos de una vida que quedó esparcida por todas partes tras el realojo y la destrucción del barrio hace años.
Y Carmelo está ahí, sentado en su silla de ruedas (tiene amputadas las dos piernas) de espaldas al camino. Está cerca de un fueguito en el que separa la chatarra que le ayuda a comer, de lo inservible. Los rescoldos también dan calorcito, lo que no viene mal en este descampado.
Nos ha pedido hace días que le ayudemos a sacarse su documento de identidad. Lo perdió hace tiempo en un recodo de su vida vapuleada por la pobreza y la exclusión. Con el documento en mano, espera poder tramitar alguna pensión por invalidez que le ayude a salir de este lugar al que llegó hace 10 años y del que no ha vuelto a salir.
Su cara surcada de arrugas nos recibe con una gran sonrisa. Sin embargo, venimos a contarle que de momento no logramos que los servicios competentes vengan a buscarle. Su caso les “chirría”. No es habitual. Según ellos Carmelo no debería estar allí. Ya se hizo lo necesario para que este asentamiento desapareciera, así que él o su compañera deberían movilizarse hasta los Servicios Sociales. Cuesta dinero hacer venir un equipo que responda a su pedido. Además, para el nuevo documento de identidad se necesitan datos que Carmelo no sabe dar. Así que los servicios competentes no quieren colaborar y darle la cita.
Mientras insistíamos por teléfono para lograr que un equipo de calle se desplace para verle en carne y hueso y no juzgar la situación desde su oficina, pensaba yo que la pobreza extrema siempre rebela los límites de la sociedad y nuestras instituciones. Las realidades humanas se cuelan entre las normas dictadas, los protocolos de intervención y los límites fijados a la responsabilidad de cada institución (que compartimentan y trocean la vida de la población como si no fuéramos un todo)
Y por esas fisuras se cuelan y quedan marginadas por años personas como Carmelo, que no cumplen los requisitos que justifican la intervención de las instituciones competentes para permitir a cada uno ser y existir con los demás.
Pero en las instituciones hay personas también. Dimos con una que se permitió ir más allá de normas, protocolos y límites institucionales, para bordearlos y ver a la persona. Su compromiso, quizás permita a Carmelo obtener de nuevo su documento. Aún nos quedan por sortear los “peros” de otros servicios competentes implicados.

19 de marzo de 2014, Álvaro Iniesta Pérez 
Madrid

No hay comentarios:

Publicar un comentario