En estos días en Guatemala un tema de actualidad es la política y más aun lo que se espera de los candidatos. Hay un tema recurrente: la seguridad. Hay un tema que nunca se toca: en qué se ocupará la juventud.
Ayer saludé a Omar, otra vez no tenía nada que hacer. Estaba en una bicicleta y me dijo “me la prestaron, no me la robé”. Muy seguido pienso en él, tiene 12, no sabe leer, ni escribir, no va a la escuela porque le da vergüenza que los demás jovencitos lo vean aprender a la par de los niños pequeños.
Se habla de castigo, pero no de reinserción, ni de prevención. Se habla de “criminales”, pero no de personas con una historia, de seres humanos. Algunos dicen, como mi catedrático en la Universidad, que estos jóvenes ya no tienen solución, que lo mejor es deshacerse de ellos.
A Omar le gusta dibujar, así que le llevo algunos dibujos, papel pasante, lápices, tipos de letras. Él los pasa todos, un día me enseñó cómo escribiría mi nombre. Ese día la mamá de Omar me contó que el sueño más grande de su hijo es construirle una casa para ella y sus hermanos.
Me pregunto si las personas receptoras de los medios de comunicación masiva, que ven (¡que vemos!) a diario tanta y tanta publicidad comercial y de partidos políticos, se creen todo este discurso de limpieza social o si son capaces de ver más allá en la esencia de las personas. Lamentablemente, es más probable la primera que la segunda opción. Con una excepción: aquellas personas que han visto crecer a estos jóvenes, ayer niños, que saben de sus sueños y han sido testigos de sus fracasos.
A veces no es tan fácil, Omar no quiere hablar de nada, especialmente si está cerca de otros jóvenes o de quiénes le han motivado a robar. Yo le veo, lo conozco desde más pequeño, conozco al Omar, que ha asaltado sí. Pero también al Omar lleno de sueños y deseoso de aprender algo. Un “algo” que no le ofrecen.
Me pregunto si Omar (o Juan, Pedro, Miguel) está incluido en los planes de gobierno de manera distinta a la de recibir un castigo. Si algún candidato tiene un plan para él, una escuela de arte, de música, cerca de su casa, alguien que lo anime. O si están decididos a echar la vida de un muchacho por el caño de la prisión y la desesperanza.
Linda Aura García Arenas
Guatemala Ciudad
Ayer saludé a Omar, otra vez no tenía nada que hacer. Estaba en una bicicleta y me dijo “me la prestaron, no me la robé”. Muy seguido pienso en él, tiene 12, no sabe leer, ni escribir, no va a la escuela porque le da vergüenza que los demás jovencitos lo vean aprender a la par de los niños pequeños.
Se habla de castigo, pero no de reinserción, ni de prevención. Se habla de “criminales”, pero no de personas con una historia, de seres humanos. Algunos dicen, como mi catedrático en la Universidad, que estos jóvenes ya no tienen solución, que lo mejor es deshacerse de ellos.
A Omar le gusta dibujar, así que le llevo algunos dibujos, papel pasante, lápices, tipos de letras. Él los pasa todos, un día me enseñó cómo escribiría mi nombre. Ese día la mamá de Omar me contó que el sueño más grande de su hijo es construirle una casa para ella y sus hermanos.
Me pregunto si las personas receptoras de los medios de comunicación masiva, que ven (¡que vemos!) a diario tanta y tanta publicidad comercial y de partidos políticos, se creen todo este discurso de limpieza social o si son capaces de ver más allá en la esencia de las personas. Lamentablemente, es más probable la primera que la segunda opción. Con una excepción: aquellas personas que han visto crecer a estos jóvenes, ayer niños, que saben de sus sueños y han sido testigos de sus fracasos.
A veces no es tan fácil, Omar no quiere hablar de nada, especialmente si está cerca de otros jóvenes o de quiénes le han motivado a robar. Yo le veo, lo conozco desde más pequeño, conozco al Omar, que ha asaltado sí. Pero también al Omar lleno de sueños y deseoso de aprender algo. Un “algo” que no le ofrecen.
Me pregunto si Omar (o Juan, Pedro, Miguel) está incluido en los planes de gobierno de manera distinta a la de recibir un castigo. Si algún candidato tiene un plan para él, una escuela de arte, de música, cerca de su casa, alguien que lo anime. O si están decididos a echar la vida de un muchacho por el caño de la prisión y la desesperanza.
Linda Aura García Arenas
Guatemala Ciudad
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