domingo, 24 de julio de 2011

Ir despacio para llegar lejos... Ir despacio para llegar juntos...

Reflexiones sobre el "Movimiento 15 de Mayo"



“¿Qué piden?”

“¿Qué han conseguido? Seguro que han conseguido algo”

“Nosotros también tenemos que salir a la calle”


Extractos de conversaciones en torno a la acampada de Sol
con familias que viven en situación de pobreza.


Se cumplen ya dos meses desde que las calles y plazas de muchas ciudades españolas fueron tomadas y transformadas en espacios de diálogo, de reflexión, de construcción de alternativas. Dos meses en los que se han multiplicado asambleas, iniciativas y herramientas para conseguir mantener esta dinámica en el tiempo. Dos meses que permiten tomar ya cierta perspectiva, analizar lo que ha pasado, lo que está en marcha y vislumbrar cómo puede ser el futuro del llamado movimiento 15-m.

Poco a poco se va haciendo patente que este nuevo movimiento no es flor de un día, sino que ha venido con voluntad de trabajar a largo plazo para de verdad conseguir alcanzar transformaciones reales. Como dice una de las frases más repetidas en las acampadas, “vamos despacio porque vamos lejos”.

Este dinamismo, transformado en palabra, ha puesto encima de la mesa muchos temas de gran relevancia en nuestro país: el tema de la vivienda, los elevados niveles de paro, la dificultad de los jóvenes universitarios para construir su futuro, la desconexión existente entre los profesionales de la política y la ciudadanía, etc.

Pero al mismo tiempo, este dinamismo, transformado en acción, ha generado espacios de encuentro entre personas muy diferentes: personas de clase media que al ir a las acampadas se encontraban compartiendo suelo y cielo con aquellos que viven de manera cotidiana en la calle, gentes de los barrios que con realidades muy diferentes se encuentran frente a frente para abordar los problemas cotidianos de su entorno cercano, grupos que se organizan para apoyar a aquellos que están en dificultades por amenazas de desahucio...

La palabra y la acción. El discurso y la práctica. Dos mundos en continuo diálogo y tensión, que se crean y recrean mutuamente. Esta tensión que se genera en el esfuerzo por la coherencia, que surge del enfrentamiento entre el ideal buscado y la realidad por transformar, con todas sus aristas. Este diálogo es el que permite caminar, avanzar, desde lo concreto a lo abstracto y desde lo abstracto a lo concreto.

La realidad tan plural de este movimiento hace imposible generalizar, pero sí que existe una voluntad por parte de muchas personas por conseguir ser fieles a la idea de crear un proceso construido “desde abajo”. En este sentido, como en otras ocasiones, observar lo que está pasando a través de aquellos que sufren la extrema pobreza y la exclusión que ésta conlleva nos permite contrastar mejor los retos que un movimiento de estas características tiene por delante en su esfuerzo de construcción de alternativas desde la base.

Porque la extrema pobreza es el lugar de la acción y la palabra negada, invisible, pero real. Tan real como todos aquellas personas que viviendo habitualmente en la calle encontraron la manera de estar presentes en las acampadas; tan real como la dificultad de muchos que, queriendo aportar lo mejor de sí mismos a la construcción de un nuevo tipo de sociedad, no llegan a comprender lo que se pretende con este movimiento; tan real como la necesidad de expresarse y ser escuchados de los que siempre han vivido al margen, que se conjuga con el miedo a participar en las asambleas de su barrio, en el que una y otra vez se sienten rechazados.

Esta es la realidad que choca día a día con la fuerza colectiva del movimiento, conformada principalmente por personas que se sienten amenazadas, en situación de riesgo, pero que aún no han logrado sumar a aquellos cuyas vidas y capacidades ya han sido marcadas por la pobreza, la inseguridad y la exclusión sufrida de manera cotidiana desde hace demasiado tiempo. Sigue habiendo un abismo entre estos dos mundos, entre los “dinámicos” y los “parados”, como siempre la ha habido entre los “buenos” y los “malos” pobres. Permanece así el reto de acabar con la extrema pobreza y de permitir a los que la sufren no sólo estar presentes o ser tomados en cuenta, sino ser actores de los procesos de transformación a partir de su experiencia, su reflexión y su acción.

Sin embargo, la participación y el compromiso de los más pobres ayudaría a llevar mucho más lejos las apuestas de el movimiento 15-m. De hecho, entre los distintos debates y reflexiones generados, van apareciendo poco a poco interrogantes en torno a cómo favorecer la participación de los que viven situaciones de exclusión: ¿cómo favorecer el encuentro y el diálogo también con aquellos que son rechazados en su propio entorno? ¿cómo crear un lenguaje que permita comprender y participar en este proceso a aquellos que más dificultades tienen? ¿qué tipo de dinámicas sería necesario potenciar para que aquellos que no tienen la fuerza o la capacidad para hacerse presentes en las asambleas puedan también ser actores de lo que está ocurriendo? Son preguntas sin respuesta evidente, pero que están ayudando a movilizar energías para abrir espacios hacia los márgenes.

Pero no basta sólo con transformar las prácticas, con buscar nuevas herramientas, sino que es necesario que también el discurso, la palabra, se abra a realidades que hasta ahora se han quedado fuera o en segundo plano: ¿qué pasa con los jóvenes que no sólo no tienen un futuro claro, sino que tampoco han podido disfrutar en el pasado ni en el presente no ya de una formación universitaria, sino de una formación reglada mínima? ¿qué pasa con las familias que por sus condiciones de vida no pueden soñar con acceder a una hipoteca o un alquiler a precio de mercado y que encuentran como únicas salidas la lotería de una vivienda de protección oficial o la ocupación de una vivienda desalojada, no por convicción sino por necesidad? ¿qué pasa con aquellos que pese a dejarse la piel día a día para sacar a su familia adelante buscando chatarra o haciendo “chapuzas” siguen escuchando continuamente la letanía de que no trabajan? ¿qué pasa con los que no sólo no se sienten desconectados de la clase política, sino de la sociedad en su conjunto?

Muchas interrogantes en el camino. Y al mismo tiempo, muchas oportunidades que aparecen para reflexionar junto a los que siempre se quedan fuera sobre cómo construir espacios de verdadera participación y compromiso que lleguen hasta los últimos. Porque esta es la manera de asegurarnos de que nadie se quede fuera, de que todas las personas puedan dar lo mejor de sí mismas. Y no por capricho o por buena voluntad, sino porque necesitamos a todas y cada una para de verdad poder avanzar hacía una sociedad construida sobre la justicia y la dignidad.

Como quedó patente en las acampadas, queramos o no, todos y todas compartimos el mismo suelo. Los que se echan a la calle por opción y los que la habitan por obligación. Por supuesto, compartir el mismo espacio entre personas en situación tan diferente no es fácil, nada fácil, pues enseguida entran en juego las dificultades de entendimiento, las desigualdades de poder, los miedos y las inseguridades, muy distintos para cada uno, pero muy paralizantes todos. Es ahí donde toca decidir si volver a levantar muros, si dejar que permanezca el abismo que separa, o construir puentes que creen otros escenarios.

Vayamos despacio... Para llegar lejos... Y para llegar juntos.


Daniel García
Madrid - España

1 comentario:

  1. Gracias Daniel por tus palabras.

    La verdad es que estar todos en el mismo suelo, por un momento, nos permite tener las cabezas al mismo nivel. Pero no a todos les duelen los huesos de la misma manera despues de anios o despues de minutos. El encuentro es una obligacion cuando nos ponemos en posicion de cruzarnos. Porque estamos en el terreno de otros. Los problemas nos han hecho encontrarnos, y de problemas saben mucho los pobres, vidas enteras problematicas. Y lo mas entusiasmante es que no solo hablamos de problemas, sino de problemas en la vida, de la vida, la vida se pone delante. Y de vida saben mucho los pobres. De la esperanza de toda una vida. Esto es lo que probablemente sea esencial para el encuentro, que si se trata es de situarse a partir de nuestras vidas, pues estamos en igualdad de condicion, cada uno tenemos una.
    Y desde esta queremos una vida mejor en comun.
    Lo que me da miedo, un poco de miedo, es que olvidemos que la vida en comun, como la vida de cada uno, es, en si mismo, un gran esfuerzo. Honroso, gozoso y doloroso esfuerzo. Sin esta nocion del esfuerzo que supondra para todos el bien comun que creamos, no iremos lejos. Porque no se trata de un paseo, se trata de un peregrinaje. Y el punto de llegada es nosotros, juntos. Es decir, el punto de llegada es sabernos caminando en un camino de mejor. El punto de llegada es nosotros todos caminando, el horizonte, el cielo, la hierba y el sol.Y ver que no hay nadie que se queda en el camino, nomadas, esperanza. Y los que parecen parados, quietos, anclados, hacen esfuerzos por caminar, y sus esfuerzos no denuncian nuestra rapidez, simplemente preguntan como es eso de ir juntos. Nos descubrimos caminando juntos en el esfuerzo de todos.

    Un abrazo.
    Jaime

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