Aunque parece que no se diferenciaran estas dos palabras y que fueran simplemente la primera la condición de personas que designa la segunda, el mundo real lo contradice.
La pobreza es un concepto abstracto que se usa, con más frecuencia, para las estadísticas, investigaciones y estudios.
El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, señala en su informe reciente que, en Bolivia, desde los años 2006 y 2007, disminuyó el índice de pobreza; en esos años un 37 por ciento de la población de nuestro país vivía con menos de un dólar por día; actualmente esto ha bajado 11 puntos, lo que significa que el porcentaje está en 26 por ciento .
El dato causa ciertamente satisfacción en nuestro país y se debe concluir que las políticas para reducirla son las correctas, aunque siempre según el FMI, queda mucho por hacer.
Después de leer esta información, uno sale a las calle y se encuentra con los pobres, como las familias campesinas que, por su indumentaria, parecen haber llegado a la ciudad desde el norte de Potosí.
Una madre y sus dos hijos no mayores de 6 años, agotados de estirar la mano sin mucha suerte y ateridos de frío duermen en la acera cubiertos sus harapos por harapos. Éstos, más unas tazas que sirven para recibir las pocas monedas, que caen desde bolsillos “generosos”, y para beber agua y té, si hay suerte, forman su patrimonio. El cuadro conmueve a los que todavía conservan cierta sensibilidad y, si se detiene a observar los hermosos rostros de los niños y de su joven madre, duele.
Como ésta, son muchas familias que deambulan por las calles a la espera de sobras de comida, monedas, algo que los abrigue y calme el hambre.
El 11 por ciento de la pobreza extrema ha sido erradicada, pero esas personas concretas, que sufren este inhumano flagelo, esos dos niños y esa madre, si pudieran leer la noticia que sale en los diarios, buscarían una razón por la que sus vidas no cambian.
Los economistas, estadísticos, burócratas, funcionarios que hacen los planes de lucha contra la pobreza pasan por las calles en coches con chofer sin reparar en el drama humano que para ellos es un porcentaje.
En el todavía largo tiempo que queda hasta terminar con la pobreza, algo se debe hacer con los pobres, que su silencio y humildad nos gritan interrogándonos qué hacemos por ellos.
Este artículo fue publicado en www.opinion.com.bo desde Cochabamba - Bolivia el 10 de julio de 2011.
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