Soy de las personas que piensan que un gesto vale más de
mil palabras. Entonces me voy a permitir transmitirles ciertos gestos
del que fui testigo. Seguro no son únicos en el mundo, pero tampoco tan
usuales. Sin embargo fueron dos momentos que me acompañaron fuertemente
durante este tiempo de vacaciones en mí país (Perú).
Una mañana circulaba por uno de los muchos nuevos
barrios jóvenes de mi cuidad. La primera vez que pasé por ahí no me fije
en nada. De regreso vi a un hombre cargado de grandes recipientes de
agua en la espalda y otros más en las manos. Mire su rostro: el esfuerzo
y la fatiga se expresaban fuertemente a través de sus gestos. Sólo
entonces mire alrededor y me vi rodeada de pequeñas nuevas
construcciones, de casuchas construidas de todo material que brinde
abrigo. Sumida en mis pensamientos, deje escapar en voz alta una
expresión: « ¡Cuanto lleva ese hombre! » Mi acompañante respondió: « ¡es
agua! ».
Para mí, y seguro que para ese hombre, era mucho
más que eso. Era una manera de resistir a su miseria, una manera de
demostrar el amor por sus hijos...
Hace algunos años,
debía preparar un artículo sobre la vida de una mujer a la que conocía
muy bien, y con la que tenía la suficiente confianza para hablar. Sin
embargo cada vez que le hacía preguntas sobre su vida, tenía como
respuesta una sonrisa o una frase de dos palabras. Así que deje de
preguntar y no hice dicho artículo. En otra ocasión en la que nos
encontramos, me confió que estaba molesta con su marido. Entre reclamos y
quejas me dijo: «¿Sabes por qué regreso caminando de la ciudad cada vez
que salgo a vender? Porque no gano mucho, y porque he dejado todo un
día solos a mis hijos y ellos tienen la esperanza de cuando regrese en
la noche no hará falta nada en la mesa, ni esa noche, ni los días
siguientes. Entonces con lo que ahorro del pasaje, compro pan antes de
llegar a casa y se los entrego al abrir la puerta para que lo disfruten,
como algo gratuito, sin pensar en mañana.»
Esta experiencia
me hace creer en que si pudiera preguntar a ese hombre cargado de agua,
el porque de tanto esfuerzo, su respuesta sería mucho más profunda que
un «...para beber y lavarme. »
En este nuestro mundo
actual, fruto de la globalización, donde lo que más cuenta es la
rentabilidad de cada persona, en el que cada día se desarrollan nuevas
técnicas para obviar la existencia de los más pobres en los informes
oficiales, nacen también fuerzas solidarias, frutos de la observación y
la indignación. No debemos permitir que nuestros hijos sólo se formen
para hacer frente a este nuevo sistema mundial. Debemos también
formarlos para hacer frente a todo lo que significa ser un SER HUMANO.
Charo Carrasco.
París-Francia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario