martes, 2 de junio de 2009

El monopolio de los que piensan el mundo.

La semana pasada tuvo lugar un peregrinaje inusual.

Cientos de personas, ciudadanos de las barriadas de la periferia de Dakar se daban cita en Gorée, isla histórica, patrimonio de la humanidad y cicatriz abierta contra el olvido de la esclavitud. 

La miseria diezma, humilla y reduce a los seres humanos por millones. Como la esclavitud, la miseria es un atentado contra la dignidad, la dignidad de todos, de todas. 

Estas familias están próximas intelectual y físicamente del hecho histórico de la esclavitud. Saben en sus estómagos y en sus cuerpos las carencias obligadas, las enfermedades. Saben en sus pieles viejas y en sus cuerpos ajados de trabajos mil veces insoportables. 

Saben, comprenden, la explotación física de los esclavos, ser despojados de humanidad y convertidos en herramientas de producción. 

Y, sin embargo, ahí estaban, sorprendidos, estrenándose a la comprensión de su historia. ¡Sí !, alguna vez alguien les habló de este fenómeno, pero nadie les dio pelos y señales del crimen. Las bocas abiertas, la piel de gallina, los ojos en lágrimas...

"Esto es demasiado"..., "habría que inscribir al pueblo negro en la historia con una P de PERDON en mayúsculas"..."al menos, les podrían haber dejado la posibilidad de guardar sus ropas, ahí los dejaban sin vergüenza, desnudos"...

Muchas de estas personas que hoy hablan viven en sus cuerpos el desgaste. Saben por las miradas de desprecio y conmiseración que lo más duro no es no tener, sino que nadie espera nada de ti. 

Frente a la extrema pobreza y los que viven en ella existe un monopolio de los que piensan la miseria y sus soluciones, los expertos. Nosotros, economistas, sociólogos, logistas, ayudistas... 

Hay una exclusión sistemática de los muy pobres como "sujeto" de cambio social. Nadie espera de ellos que resuelvan un problema que les atañe prioritariamente y que define nuestra sociedad actual. 

Frente a la crisis, frente al cuestionamiento del sistema de producción, de las estrategias de solidaridad social, del mercado de trabajo, de la inclusión social, hay un monopolio de analistas, de pensadores y expertos que nos dirán por dónde tenemos que ir. 

Romper este monopolio es promover la revolución social. No la rebelión de unas clases sociales contra otras, sino la revisión radical de nuestras prioridades comunes. 

Frente a la evidente necesidad de repensar el orden social establecido que provoca exclusión e injusticia surge la pregunta. ¿A quiénes vamos a invitar a este diálogo de futuro?.

Sacar de paseo a los menesterosos, hacer obras de caridad, dar de comer, dar abrigo, incluirlos en nuestras acciones de solidaridad, esto es relativamente fácil. No nos obliga a cambiar. 

Pensar el futuro junto a los más pobres obliga a una fraternidad nueva que genere una igualdad que aún no existe. Obliga al descubrimiento y al reconocimiento mutuo, obliga a las condiciones de análisis y de palabra. Obliga a la acción y a la política socialmente compartida.

La semana pasada tuvo lugar un peregrinaje inusual. Entramos juntos en la historia y vimos que los esclavos no tenían la culpa de su propio sufrimiento, de su propia muerte.

Las bocas abiertas, la piel de gallina, los ojos en lágrimas... 

Cuando se nos ha ido el susto de lo que hemos visto en la "Casa de los Esclavos" nos hemos puesto a hablar de la vida, del realojo del barrio, de fulanito que vive desde hace un mes en una covacha inmunda, de la falta de trabajo, de la enfermedad de... 

Nos preparamos por si acaso alguien viniera un día a solicitarnos para construir un futuro diferente.

Y tú, ¿con quién piensas el mundo?. 
Jaime Solo
Dakar Senegal

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