La semana pasada tuvo lugar un
peregrinaje inusual.
Cientos de
personas, ciudadanos de las barriadas de la periferia de Dakar se daban
cita en Gorée, isla histórica, patrimonio de la humanidad y cicatriz
abierta contra el olvido de la esclavitud.
La miseria diezma, humilla y reduce a
los seres humanos por millones. Como la esclavitud, la miseria es un
atentado contra la dignidad, la dignidad de todos, de todas.
Estas familias están próximas
intelectual y físicamente del hecho histórico de la esclavitud. Saben en
sus estómagos y en sus cuerpos las carencias obligadas, las
enfermedades. Saben en sus pieles viejas y en sus cuerpos ajados de
trabajos mil veces insoportables.
Saben, comprenden, la explotación
física de los esclavos,
ser despojados de humanidad y convertidos en herramientas de producción.
Y, sin
embargo, ahí estaban, sorprendidos, estrenándose a la comprensión de su
historia. ¡Sí !, alguna vez alguien les habló de este fenómeno, pero
nadie les dio pelos y señales del crimen. Las bocas abiertas, la piel de
gallina, los ojos en lágrimas...
"Esto es demasiado"..., "habría que
inscribir al pueblo negro en la historia con una P de PERDON en
mayúsculas"..."al menos, les podrían haber dejado la posibilidad de
guardar sus ropas, ahí los dejaban sin vergüenza, desnudos"...
Muchas de estas personas que hoy
hablan viven en sus cuerpos el desgaste. Saben por las miradas de
desprecio y conmiseración que lo más duro no es no tener, sino que nadie
espera nada de ti.
Frente a la extrema pobreza y los que
viven en ella existe un monopolio de los que piensan la miseria y sus
soluciones, los expertos. Nosotros, economistas, sociólogos, logistas,
ayudistas...
Hay una exclusión sistemática de los muy
pobres como "sujeto" de cambio social. Nadie espera de ellos que
resuelvan un problema que les atañe prioritariamente y que define
nuestra sociedad actual.
Frente a la crisis, frente al
cuestionamiento del sistema de producción, de las estrategias de
solidaridad social, del mercado de trabajo, de la inclusión social, hay
un monopolio de analistas, de pensadores y expertos que nos dirán por
dónde tenemos que ir.
Romper este
monopolio es promover la revolución social. No la rebelión de unas
clases sociales contra otras, sino la revisión radical de nuestras
prioridades comunes.
Frente a la
evidente necesidad de repensar el orden social establecido que provoca
exclusión e injusticia surge la pregunta. ¿A quiénes vamos a invitar a
este diálogo de futuro?.
Sacar de paseo a los menesterosos,
hacer obras de caridad, dar de comer, dar abrigo, incluirlos en nuestras
acciones de solidaridad, esto es relativamente fácil. No nos obliga a
cambiar.
Pensar el futuro junto a los más pobres
obliga a una fraternidad nueva que genere una igualdad que aún no
existe. Obliga al descubrimiento y al reconocimiento mutuo, obliga a las
condiciones de análisis y de palabra. Obliga a la acción y a la
política socialmente compartida.
La semana pasada tuvo lugar un
peregrinaje inusual. Entramos juntos en la historia y vimos que los
esclavos no tenían la culpa de su propio sufrimiento, de su propia
muerte.
Las bocas abiertas, la piel de gallina,
los ojos en lágrimas...
Cuando se
nos ha ido el susto de lo que hemos visto en la "Casa de los Esclavos"
nos hemos puesto a hablar de la vida, del realojo del barrio, de
fulanito que vive desde hace un mes en una covacha inmunda, de la falta
de trabajo, de la enfermedad de...
Nos preparamos por si acaso alguien
viniera un día a solicitarnos para construir un futuro diferente.
Y tú, ¿con quién piensas el mundo?.
Jaime Solo
Dakar Senegal
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