Es común escuchar que: “la miseria siempre existirá”,
“que muchas personas se encuentran en la miseria porque así es su
destino”. Joseph Wresinski (1917-1988) decía: “La miseria no es
una fatalidad. La miseria es creación de los hombres, sólo hombres
pueden destruirla”.
Para hacer realidad
dicha afirmación, tiene que haber una decisión social, política y
económica de la humanidad, de las instituciones públicas y privadas, de
los organismos internacionales y de las transnacionales; que son
instancias donde se deciden el destino de los hombres.
Esta decisión tiene que aceptar como premisa que las
personas atrapadas en la miseria tienen un conocimiento imprescindible
para el desarrollo de la sociedad. Deepa Narayan y otros, en un estudio
“Los pobres tienen la palabra ¡escuchémoslos!”, publicado el
2000 por el Banco Mundial, sostienen: “Hay 2800 millones de expertos
en pobreza, es decir los propios pobres: Sin embargo, los puntos de
vista de los que no son pobres (profesionales, hombres políticos y
oficiales) han dominado continuamente el discurso sobre el desarrollo y
la pobreza.”
Es a éstos expertos que
debemos interrogarles: ¿Qué piensan del desarrollo y cómo debe ser
éste?, ¿de qué conocimiento tienen necesidad los más pobres para salir
del hoyo en que se encuentran?; la experiencia cotidiana de cada uno de
estos expertos nos darán luces para sentar las bases para la
construcción de una sociedad sin miseria ni exclusión y hacerlos
verdaderos protagonistas del cambio, participando desde la elección de
los temas, el diseño de los proyectos, su ejecución y desde luego la
evaluación.
Conseguir que éstos
expertos compartan sus conocimientos, requiere de todo un acompañamiento
paciente y sistemático, brindándoles ambientes adecuados para expresar
con libertad sus puntos de vista. En esta preocupación a partir de 1980
el Movimiento ATD Cuarto Mundo organiza y desarrolla en Europa “universidades
populares”; de acuerdo a los distintos países recibe deferentes
denominaciones, por ejemplo en Guatemala se las denomina “encuentro
de familias”, en Perú “uyarinakusunchis”, palabra quechua
que significa “escuchémonos”. En estos espacios las personas
atrapadas en la miseria comparten sus conocimientos, sus sufrimientos y
esperanzas.
Cuando hablamos del
conocimiento de los más pobres entre los pobres, éste no es el único
conocimiento, pues existen otros, como el conocimiento de las personas
que dedican su vida o parte de ella a caminar junto a personas en
situación de miseria y exclusión; el conocimiento académico o
universitario y el conocimiento denominado “Sabiduría” o
espiritualidad. Estos tipos de conocimiento deben desarrollarse de
manera autónoma, puesto que todos son importantes y cada uno de ellos
presentará una verdad parcial; del esfuerzo que se realice para el
encuentro de estas distintas formas de conocimiento podrá surgir una
verdad que nos permita destruir la miseria.
Marco
Aurelio Ugarte
Antropólogo Social; ex profesor de la
Universidad Nacional del Cusco, Perú; actualmente radica en México.
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