lunes, 7 de octubre de 2013

¿Cuándo dar y cuándo no?

Diego Sánchez
La Paz - Bolivia

En una ocasión, hablando con una voluntaria permanente del Movimiento Internacional ATD CuartoMundo, reflexionamos sobre una acción que se repite día a día en todas las grandes urbes de nuestros países y es el de pedir y dar limosna o como lo pueden decir en otros lugares, el mendigar.

En esa ocasión ella me compartió un interesante punto de vista: “Hay quienes acostumbran a nunca dar limosna y hay quienes acostumbran a dar siempre limosna. El verdadero esfuerzo está en cuestionarse cuándo dar y cuándo no, ese simple acto te hace acercar a la persona que pide ayuda, conocerla como persona y dejar de verla como simple objeto de nuestra caridad”.

Ese comentario hizo eco en mi ser al momento de presenciar una situación que seguramente ocurre todo el tiempo, pero que pocas veces nos detenemos a observar. Al caminar por el centro de mi ciudad, La Paz, miré a una turista de cabellos ya blancos y con una cámara en mano, ella intentaba sacar una fotografía de “algo o alguien” justo cerca de la entrada de un restaurante. Por la distancia en la que me encontraba no lograba percibir cuál era el objeto de su interés ya que entre ella y yo había un mar de personas. Conforme fui acercándome más y más, esta turista ya había logrado su objetivo, metió su cámara en su compartimiento y entró al restaurante.

Cuando finalmente yo había cruzado esa multitud de personas que iban y venían, me di cuenta de que el motivo de la fotografía era una ancianita sentada en las gradas del restaurante con la mano extendida pidiendo dinero. Ahí me di cuenta que el único propósito de la señora que tomó la foto, era eso, sólo tomar la foto de un ser pintoresco según su mirada, reduciendo a esta anciana a una simple imagen que por sus rasgos indígenas llamará mucho la atención de los amigos y familiares de esta turista cuando regrese a su país.

Casi a menudo no nos damos cuenta que las personas acostadas en el piso con la mano extendida son tan humanos como cualquier otro, con conocimientos, con el deseo de ser conocidos, con un anhelo al igual que cualquier otra persona de ser portadora de dignidad. Casi pensamos que no son seres humanos, casi los utilizamos para demostrar al mundo que tenemos corazón, sacando algunas monedas que nos sobren y lanzándoles en la mano o en su sombrero para luego pasar de largo.


No sé si estoy de acuerdo o no con el hecho de dar limosna, pero pienso que si podemos flexionar las rodillas y ponernos al mismo nivel de estas personas para mirarlas a los ojos y conocer un poco más de su realidad, si podemos conversar con ellas e intentar conocer qué la empujó a la mendicidad, entonces seguramente aportaremos algo más que monedas.

1 comentario:

  1. de forma lamentable , es muy poco lo que se puede hacer para combatir este problema en el mundo

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