lunes, 22 de octubre de 2012

Ida y vuelta

Dani Garcia 
Madrid - España

Si se cumplen las estadísticas, hoy se habrán producido más de 500 desahucios en España. Cuando se lee una noticia así en el periódico, cuesta imaginar todo lo que hay detrás de las frías cifras.

Hace 10 años, desde el Movimiento ATD Cuarto Mundo España, acompañamos la lucha de las familias del Pozo del Huevo por conseguir una vivienda digna, que desembocó en la concesión de viviendas en régimen de alquiler por parte del Instituto de Realojamiento e Integración Social.

Todavía me acuerdo de la emoción con que cada familia preparaba la mudanza, de la alegría al entrar en una casa con paredes y techo firmes, de las esperanzas depositadas en las posibilidades que abría vivir por fin dentro de una ciudad o de un pueblo, de la sociedad reconocida como tal.

Hoy, 10 años después, varias de estas familias ya han sido desahuciadas. Todavía algunas resisten, a trancas y barrancas, con muchas dificultades, siempre con la amenaza de la expulsión sobrevolando alrededor. ¿Porqué estos desahucios? ¿Cómo se han ido construyendo estos fracasos que llevan a la propia institución encargada de velar por la defensa del derecho a la vivienda a dejar en la calle a quienes unos años antes sacó de las chabolas?

Las explicaciones son muchas. Pero generalmente suelen centrarse en señalar a las familias desahuciadas. Se les impone así una doble condena: irse a la calle y cargar con todas las culpas de su situación. Es cierto que hay normas y acuerdos que han incumplido, que hay deudas que no han satisfecho, que en algunos casos hay problemas con los vecinos que no se han llegado a resolver. Tienen su parte de responsabilidad.

Pero no es justo olvidarse del resto de protagonistas de la historia. Para poder entender realmente lo que ha pasado es necesario plantearse cuáles han sido los fallos de las instituciones y profesionales de apoyo a estas familias, qué tipo de apoyos y relaciones se han establecido que pueden haber sido contraproducentes, qué barreras o límites se han impuesto que han terminado asfixiando, qué papel han jugado los vecinos facilitando o dificultando la convivencia…

Resulta profundamente injusto que frente a una realidad tan compleja y desbordante como es la de la pobreza, solo se le pidan responsabilidades a quienes la sufren, y que sobre ellos se centren los castigos. Este camino no lleva a otro lado que a la destrucción de aquello que es más valioso en cada persona.

Un ejemplo concreto lo he vivido hoy, acompañando a una persona a la que obligaban a abandonar su piso. Vaciando su casa, sin darse cuenta, nos iba mostrando a quienes habíamos ido a acompañarla su voluntad de abrirse a otros, de acoger. La casa estaba llena de detalles pensados por si venía tal o cual persona, como reflejo de su esfuerzo por que pudiera ser no sólo casa suya sino casa de todos.

Ahora esta casa está cerrada, y esta persona en la calle. Es evidente que es ella quien más ha perdido, pero no es la única. Todos y todas hemos perdido algo, ya que hay un espacio menos abierto al encuentro con otros. Y al mismo tiempo, todos y todas hemos sido responsables de este fracaso.

1 comentario:

  1. Hola Dani me parece muy interesante la reflexion que hace ud a partir del tema de las viviendas y casi nulo acceso que tienen las familias que viven en extrema pobreza, pues realmente es evidente que hoy por hoy no hay un cumpliemiento de los derechos fundamentales y en este sentido el papel que juega el movimiento para caminar junto a las familias y construir estos espacios de participacion dialogo y cumplimiento de los estados por generar estas garantias a las personas que hoy en dia estan excluidas de estos programas que a veces plantean los gobiernos a nivel de desarrollo. Saludos de mi parte y animo en la lucha contra la extrema pobreza.
    Atte. Ivan
    Ciudad de Guatemala

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