lunes, 16 de junio de 2014

Si es por vuestro bien...

Daniel García
Madrid

Nunca puedes decir la verdad, puede ser peor”, me decía una vez una abuela que tiene varios nietos acogidos, comentando sobre la amenaza constante que siente por parte de los servicios sociales que se supone que están al servicio del "interés primordial del menor". Resulta perverso que las instituciones que dicen velar por la protección y el servicio a l@s más pobres terminen convirtiéndose en ocasiones en la principal amenaza que tienen que afrontar. Esto suele ocurrir cuando se tropieza con algún profesional agobiado por situaciones que escapan a su control. De repente toda la maquinaria institucional se vuelca en la tarea de conseguir apartar a l@s hij@s de sus padres, y si a éstos se les ocurre intentar evitar la ejecución de la sentencia dictada, se les van cerrando todas las puertas y se utiliza el chantaje de mil y una maneras hasta que no queda otra opción que aceptar la ruptura familiar como algo inevitable.

Aún así, hay familias que resisten como pueden. Ser testigo de esta lucha te cuestiona, te rebela, te frustra. Ver cómo por miedo a que les quiten a sus hijos unos padres abandonan el piso en el que fueron realojados y comienzan a peregrinar en la incertidumbre de quién les podrá ofrecer un techo bajo el que dormir, cuando su falla es simplemente ser pobres... Ver cómo se les maltrata y se les menosprecia por parte de la técnico de tutela para luego llamarles maleducados por no aguantar las formas por tanta tensión y rabia acumulada... Ver como esta lucha por salir adelante junt@s les supone que les quiten la Renta Mínima de Inserción, que no puedan inscribir a l@s niñ@s en el colegio de su nuevo barrio para que la Comunidad de Madrid no se los lleve, de manera que la supuesta situación de riesgo del principio se va multiplicando por las medidas de presión de la administración... ¿Cómo es posible aguantar todo este proceso, mantener esta tensión, este esfuerzo? No lo llego a saber muy bien.

Pero este no es el único caso en que los profesionales de diferentes ámbitos ejercen violencia sobre l@s más pobres. Resulta violento que se imponga la opinión del "que sabe" (porque ha estudiado en la universidad lo que es la exclusión) sobre el "que no sabe" (aunque tenga el conocimiento que da la experiencia de una vida entera en la pobreza), resulta violento que te recuerden constantemente tus errores y faltas y se fiscalice y controle tu comportamiento, resulta violento que se pida a alguien en situación de tremenda fragilidad que mantenga las formas y la compostura mientras se desmorona su mundo...

La institución ofrece servicios y ayudas. Pero al mismo tiempo marca un camino a recorrer. Algunos se salen del mismo y nadie se entera, pero otr@s por diversas circunstancias aparecen en el punto de mira, donde se hace patente su fragilidad y se muestra así como inevitable la necesidad de la intervención de los especialistas del ramo.

Así es esta violencia, como otras, "por el bien de la gente".

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