juntos en el Día Mundial del Rechazo a la Miseria, 17 de octubre.
En el barrio había una niña que se llamaba Libertad. Su padre estaba preso, pero se puede hacer el amor y se pueden hacer niños durante los bis a bis, y ya se sabe que el alma no está nunca presa. Libertad era niña como recién sacada de un carromato gitano lleno de flores y cascabeles, y venturas y callos en las manos, y canto en el camino. Pero Alicia no, la madre de Alicia se había tatuado un dibujo de ricitos de oro en el brazo, y parecía una foto de su niña.
Vicentito había logrado aprenderse palabra a palabra el cuento de Los tres bandidos, hasta tal punto que se hacía revuelo a su alrededor cuando lo abría y corría el bulo de que a los cuatro años ya sabía leer. Yo presencié la colleja que propinó el señor Manuel a Rafita cuando le llegó con el cuento —que sí abuelo, que el Vicentito sabe leer—. En otra ocasión, el señor Manuel me hizo saber la poca confianza que tenía en esos del ayuntamiento —to' lo tienen que apuntar, no se les queda na' de na' en la cabeza—. Y yo nunca más me atreví a tomar apuntes en su presencia, para que me creyera como él , capaz de guardarlo todo en la cabeza, para que me tuviera confianza.
Antonio quería todas las tardes poesía, todas las veces se sentaba al lado de las cajas de libros, para poder elegir. En invierno leíamos los versos como si fueran carreras, para leer lo mismo, pero tardar menos, para librarnos pronto del frío de esa esquina descubierta. Un invierno, leía yo con Yenny, abrigada con una chupa que me había traído mi hermano de una tienda vintage en Londres, —¡buagh, hueles a ropa que viene de las monjas!— me dijo alejándose un palmo del olor a naftalina, y quedándose cerca para acabar el cuento.
Lolo leía siempre un cuento y medio, buscaba a Wally en cinco páginas y se montaba en la bici, a la vez el malo de los power-ranger y caballero andante. Cuando escribimos un cuento juntos, fue Lolo el que después de haber casado a los dragones, dictó aquello de se hicieron una casa de ladrillos, y se compraron una cama de matrimonio, dos sillones, un perro, un gato, un fantasma y un lorito. Muchas tardes me hacía subir hasta su casa y contarle a sus padres sus hazañas, lo que leyó. Una vez su padre, también Manolo, me dio una pila de libros tesoro llegado del vertedero —no entiendo cómo puede haber gente que tire esto a la basura, ¡con los que hacemos nosotros en el barrio con los libros! —.
—Quédate a cenar niña, que hoy hay puchero pa‘ muchos. Y tú, chaval ¡limpia esa silla pa' que se siente!… Oye, léeme esta carta que no entiendo na' de lo que dice, y a ver si logramos que este niño aprenda pa' que no tenga nadie que leerle las cartas.
Y fue puchero de cena. Y café con mucha azúcar.
—Ala, chaval, vamos a llevar a esta niña a la estación, que es peligroso salir de este barrio a estas horas.
—Que no Manolo, que no, que no tienes ni carné ni seguro, que la estación no es el vertedero, que te juegas la cárcel.
—Qué cárcel ni cárcel niña, que a estas horas no te vas tú sola, o no volvéis a entrar ninguno a este barrio, ¡y me devuelves los libros!. Ala, chaval, niña, vamos…
[A Yolaine, que me llevó de la mano]
Beatriz Monje Barón
Méry-sur-Oise, Francia
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El 17 de Octubre se conmemora el Día Mundial de Rechazo a la Miseria, una ocasión privilegiada para manifestar nuestro rechazo a un mundo en el que millones y millones de hombres, mujeres y niños no pueden dar lo mejor de sí mismos, una ocasión privilegiada para empezar a construir juntos uno mejor para todos. Para más información ver el sitio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o el sitio del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo.
En las esquinas abiertas a la vida demasiada sopla el viento, pega el sol. A veces nos axfisia, nos quema. Otras veces refresca saber que estamos vivos, aunque duela.
ResponderEliminarJaime
¡Enhorabuena!
ResponderEliminarEstaré muy al tanto.
Qué bien huele y sabe un puchero como único plato y, cuanto alimenta al alma y al espíritu que te agasajen con… su mejor cena.
No entendi todo (dice la francesita un poco chapina) pero me gusto! Estos momentos de puro amor son como estrellitas en nuestras vidas...gracias!
ResponderEliminarSophie
Me ha encantado el relato, sobre todo el estilo directo, los diálogos, me hacen recordar tiempos de escucha, voces, rostros, manos que te llevan en volandas al otro lado del espejo. Enhorabuena
ResponderEliminarjulián