lunes, 2 de julio de 2012

Jorge

Cuando la realidad te golpea tan pronto

Jorge llegó a su casa en el cerro, estaba algo agitado por el esfuerzo  de subir la cuesta, venía de mal humor pues en el nuevo colegio  las cosas no habían sido fáciles, los problemas de matemáticas que no entendía, la actitud de los nuevos compañeros que lo aislaban o tal vez él mismo que sintiéndose cohibido por el ridículo que le hacía sentir la enorme  camisa para su pequeño cuerpo, se alejaba de los demás.  Al entrar, Miguel estaba ya en casa (una construcción precaria formada por tablas, cartones y calaminas) había  regresado del colegio llevando consigo a la pequeña Anita y los encontró junto a Mario, el más pequeño de los hermanos y quien con la osadía que le dan sus primeros pasos, va de un lugar a otro explorando su pequeño territorio.
La olla está casi vacía, lo que significa que mamá no tuvo con qué cocinar y deben esperar hasta casi el final de la tarde a que llegue el papá, con la esperanza de que traiga algo con que llenarla, después de haber dado varias vueltas al mercado ofreciendo las bolsas plásticas que son su pequeño capital.  Sino será ya mamá que al regresar, después de lavar ropa ajena, traiga con el pago de ese día algo más consistente para la cena. Por tanto, su almuerzo sólo serán la sopa y las papas que quedaron de ayer y que con ingenio la mamá logro estirarla un poco más.
Después del rápido y frugal almuerzo y con el hambre que aún golpea hay labores que mamá encomendó a Miguel antes de  salir, lavar los platos, arreglar el cuarto y cuidar de Mario, pero ese día Jorge está harto de todo, y se sale a la calle sabiendo que no tiene permiso y que deja a Miguel solo con la responsabilidad de la casa y los hermanitos. Sabe que tiene que hacer la tarea, que la profesora ya le advirtió que si no se esfuerza puede perder el año, pero cómo hacerla  si no comprende lo que le han enseñado, si no tiene a nadie que lo apoye en casa para hacer la tarea.  
Bajando el cerro se encuentra con Carlos, el animador de la Biblioteca de Calle, él no tiene ganas de saludarlo y quiere seguir de largo, pero Carlos lo detiene y le pregunta porque va todo serio, Jorge no quiere hablar, a penas mueve los hombros y la cabeza; sin embargo ante la insistencia de Carlos levanta la voz para decir: “Tengo hambre”.
Carlos le hace gestos para sentarse sobre unas piedras  a un lado del camino, saca de la mochila unas galletas y se las ofrece, ambos permanecen en silencio, sólo el ruido de la casa de al lado y el del paquete de galletas que Jorge empieza a abrir. Carlos sabe que ya hace varios días que Jorge está rebelde en la Biblioteca de Calle, que se pelea con otros niños y que el otro día faltó el respeto a una de las animadoras, incluso su mamá se acercó a los animadores para pedirles por favor de hablar con Jorge pues ella misma no sabe lo que le pasa y es que en casa se muestra malcriado, ya no quiere hacer caso a lo que se le dice y muchas veces incluso hasta es violento con sus hermanos menores.
Jorge siente que Carlos está a la espera de que él le diga algo, pero no sabe cómo empezar,  todo está mezclado en su cabeza y no encuentra las palabras para  hablar de eso que lo molesta y que lo mortifica. Es verdad que este año ha cambiado mucho y es que él mismo siente que con sus 12 años ya no es el pequeño de antes, hoy está más consciente de las dificultades, de las carencias y de las injusticias que vive su familia. No comprende por qué, a pesar de que en casa falta casi todo, mamá está otra vez esperando un nuevo bebé, el cual tendrán que cuidar Miguel y él cuando mamá y papá se ausenten de la casa.
Está molesto porque si antes en el colegio en el que estaba era uno de los mejores alumnos, ahora que gracias a la  Biblioteca de Calle ha llegado al Colegio Fe y Alegría, ¡el mejor colegio del barrio! al cual es difícil ingresar por las pocas vacantes que hay cada año;  se siente sin embargo que está fuera de su mundo, que extraña su anterior colegio y esto a pesar de que en Fe y Alegria  enseñan algunas de las animadoras de la Biblioteca de Calle, quienes le tienen mucho cariño y  a quienes impresionó por su inteligencia y su gusto por la lectura, lo cual le sirvió para ganarse esa vacante en el colegio.
Jorge no puede expresar todo esto con claridad, pero bastan unas palabras para que Carlos lo entienda, esta vez el silencio entre ambos es distinto, es como si entre ambos hubiese una mutua comunión. Al rato Carlos extiende su brazo y lo abraza, cuando José levanta la mirada tiene los  ojos húmedos, entonces con una sonrisa Carlos le dice: “Vamos muéstrame tu cuaderno de matemáticas tal vez yo pueda ayudarte”.
Alberto Ugarte
Lima, 23 de junio del 2012

2 comentarios:

  1. Una historia verdaderamente conmovedora, es nuestro derecho, responsabilidad y una obligación ayudar a salir adelante a los que mas lo necesitan. Tratar de ayudar a nuestro planeta. Ojala mas mensajes como este fueran difundidos. Saludos,

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    1. Ernesto.
      Te agradezco el comentario al artículo. Comparto contigo la opinión que ayudar a salir adelante a los que más lo necesitan es un derecho y una responsabilidad. Me permito invitarte, si estas en Lima o Cusco, a tomar contacto con nosotros para conocer de nuestras acciones como la Biblioteca de Calle .
      Puedes escribirnos a: alberto.ugarte@atd-quartmonde.org

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