Que nunca sabrá por qué no
hubiera sido una cita más
En Ginebra, del 7 al 9 de diciembre un grupo
de niños y adultos, cuarenta en total, provenientes de Bolivia, Burkina
Faso, República Democrática del Congo, Francia, Haití, Irlanda,
Filipinas, Polonia, República de Mauricio, Suiza y Estados Unidos todos
ellos viviendo en situación de pobreza extrema, se han reunido para
presentar el trabajo realizado durante este año del 20º aniversario de
la Convención sobre los Derechos del Niño a la oficina de la Alta
Comisionada para los Derechos Humanos.
La propuesta inicial era un encuentro con el
señor Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, pero no ha sido posible
incluir en la cargada agenda del secretario general una cita más.
Pero, ¿realmente hubiera sido una cita más?
Las personas que viven en la pobreza extrema viven un cotidiano
imposible, no tienen agenda, pero cada minuto de su jornada está
ocupado. Conseguir el dinero necesario para la comida, el alquiler, la
ropa, los gastos escolares, las medicinas, ir a buscar agua o
combustible… comen su tiempo y sus energías. Poco queda para sentarse y
dialogar, para informarse sobre los retos que enfrenta el mundo o las
cuestiones importantes para el pueblo, el barrio, la comunidad, para
formarse, para militar… Sin embargo, este grupo está formado de personas
que lo han hecho, a lo largo de los años han ido rascando segundos al
minutero, han ganado al cansancio y al desánimo, a la ignorancia, a la
vergüenza y a la exclusión y se han juntado, este año en concreto, para
analizar la Convención sobre los Derechos del Niño.
“Utilizamos nuestra experiencia
de vida para analizar y comprender mejor la Convención (…) y su
importancia para nuestros hijos y nuestras familias. Hemos elaborado
varias propuestas para que se respeten todos los artículos para todos
los niños. Nuestro diálogo ha puesto de relieve la indivisibilidad los
derechos humanos y el vínculo fundamental entre los derechos del niño y
nuestros derechos y responsabilidades como padres”.
No hubiera sido una cita más.
Personas con la
formación, la experiencia y las ganas necesarias para ser secretario de
la ONU hay muchas en el mundo. Personas que vivan en la pobreza extrema y
que hayan aceptado la aventura de aprender, formarse y militar por los
derechos de todos los ciudadanos hay muy pocas en el mundo y no duran
mucho porque las condiciones extremas en las que viven hacen que su vida
sea corta.
Cristina
Diez, desde Madrid
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