Linda García
Escuintla - Guatemala
Hace un tiempo me propuse
no escribir sobre lo concreto de mi compromiso, sino algunas
reflexiones a nivel del país. Así que me tocaría escribir sobre el
juicio a un militar retirado acusado de genocidio, de los estados de
sitio en las poblaciones que no se dejan vencer por la minería o
sobre las interpelaciones a los Ministros de Estado ¡qué se yo!
Pero al final la realidad inmediata me sobrepasa y escribo de lo que
vivo a diario.
Hace unas semanas vino a
nuestra puerta un grupo de niños de cuarto grado, del Asentamiento
La Línea, en su mayoría. Era jueves por la tarde, el día que
apoyamos a algunos con sus tareas. En estos tiempos hemos visto pasar
tareas de todo tipo. Pero la tarea que traían los niños de
cuarto grado esa tarde era de las peores que he escuchado: escribir
los número del uno al diez mil en números romanos. ¡Del 1 al
10,000! Claro, los maestros tenían capacitación esa semana y
necesitaban dejar una tarea que mantuviera ocupados a los niños.
A través de una amiga,
que está haciendo sus prácticas de maestra en un colegio privado
de una zona de dinero en la capital, me enteré de las técnicas que
usan para impartir clases. Por ejemplo, en su grado de tercero
primaria, animaron un debate sobre el “feminicidio en Guatemala”,
los niños discutían sobre las mujeres que llevan un tiempo
desaparecidas a causa de la violencia, las respuestas de los
organismos judiciales, en fin, un debate intelectual.
Regresando a la escuela
de Escuintla, hubo otra acción que me llamó la atención en estas
semanas. Una maestra solicitó a los niños ir con zapatos “converse”
(chapulines) a una actividad extracurricular. Sabemos, por la vida
compartida con los niños de La Línea, que muchas veces les toca ir
a la escuela con caites (sandalias), aun así, ellos van. Incluso hay
quienes se sienten más cómodos descalzos. “Los que van a aprender
son los niños, no el uniforme” como me decían las familias de
Guatemala.
Supongo que la maestra en
su momento no imaginó lo que significaba tal petición ¿ir a
comprar zapatos y tal vez dejar de comprar las tortillas? (o más que
las tortillas), ¿no ir a la actividad?, ¿llevar otros zapatos? Y la
mayoría de las posibilidades van ligadas a la vergüenza de sentirte
en desventaja frente al que tiene. El objetivo de la maestra era que
los niños se sintieran “más cómodos”, sin conocer mucho la
realidad de las familias. A un niño se le ocurrió algo, pidió
prestado a un amigo el par de zapatos, que le quedaban pequeños y
estaba de todo, menos cómodo. ¿Estaba en igualdad con los demás?
Los niños de las
familias más vulnerables a la miseria, viven en desventaja. En
desventaja con su compañero de clase que tiene más posibilidades,
en desventaja con los niños de los colegios privados, en desventaja
para en el futuro competir por un trabajo. Desde los años de la
primaria son perfilados para acceder a trabajos de baja calidad,
repitiendo sin sentido una lección o escribiendo números sin
razonar. Y, desde luego, no son los niños con posibilidades
económicas los culpables, los niños son niños y se encuentran unos
a otros en igualdad, en amistad cuando el ambiente lo permite.
Tampoco estoy en búsqueda de un culpable, creo que desde donde
estamos, especialmente si somos maestros, tenemos que pensar en el
más frágil, tener cuidado de que nadie se sienta en desventaja y
que todos podamos caminar al mismo ritmo. ¡Sería este un mundo
donde todos encontraran su lugar!
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