Max
Araujo
Guatemala
Ciudad
Desde hace dos meses se abrió,
procesalmente, en Guatemala un juicio por genocidio, y otros delitos
de lesa humanidad, contra dos altos militares que tuvieron una
participación destacada en la contrainsurgencia que combatió a la
guerrilla, de inclinación marxista, durante los treinta y tres años
del enfrentamiento armado que sufrimos desde 1960 y que terminó
oficialmente con la firma de la paz, en diciembre de 1996.
E
independientemente de cual sea el resultado del proceso, el caso es
que por primera vez se escuchó de manera contundente, y pública, a
algunas de las víctimas que sufrieron los excesos que cometió
en ese periodo el ejercito de Guatemala, como violaciones colectivas
y asesinatos de mujeres (incluyendo niñas pequeñas), asesinatos a
niños y ancianos, masacres, quemas de aldeas, y muchas
atrocidades más, inenarrables. El caso es que el juicio se sigue por
lo que se hizo a la etnia Ixil, una de las 22 del pueblo maya; etnias
que también padecieron en la misma forma. Se calcula que fueron
asesinadas doscientas mil personas y que se dio un millón de
desplazados.
A partir de ahora, con ese juicio
habrá un antes y un después en Guatemala, porque se escuchó
oficialmente a los sin voz, y porque muchas personas,
citadinas principalmente, se enteraron que con los hechos
denunciados se violó la ética de la guerra en la que se respeta a
no combatientes, y que aún a los combatientes, cuando son
capturados, se les debe respetar la vida. Se enteraron también de
las condiciones indignas en las que han vivido la mayoría de los
indígenas de Guatemala, que engrosan la lista de quienes viven en
extrema pobreza. Muchas personas, entre ellas jóvenes que aún no
habían nacido cuando se firmó la paz, saben ahora que la guerrilla
tenía colaboradores y combatientes que tomaron ese camino porque
querían una vida mejor, una Guatemala con justicia social.
Esto
está generando una conciencia para que no vivamos otro
enfrentamiento armado, y que para construir una verdadera paz se
necesita justicia, pero también modificar las estructuras sociales,
económicas y políticas que se tienen actualmente,
para
que todos y todas, sin excepción, tengan una vida decorosa y
digna, por lo que debe desaparecer la extrema pobreza y otros
males ancestrales que han caracterizado la vida de Guatemala durante
un poco más de cinco siglos.
El juicio también es histórico
porque es la primera vez en el mundo en el que se juzga a unos
acusados por delito de genocidio y otros delitos de lesa humanidad,
que según Convenciones internacionales sobre la Mater, ratificadas
por el país, nunca prescriben aunque se hayan emitido leyes de
amnistía, por jueces nacionales, en un tribunal nacional y con
abogados litigantes del país. Esto abrió una puerta para
situaciones parecidas en otras partes del mundo.
En
lo personal espero de todo corazón que este juicio sirva
efectivamente para construir la Guatemala que queremos las personas
de bien, en paz y con justicia social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario