martes, 19 de marzo de 2013

PROHIBIDO TOCAR LOS LIBROS


El otro día en casa de una familia en un asentamiento de Guatelinda, presencié una escena que difícilmente olvidaré. Dos hermanos, el grande de unos doce años, le leía a su hermano más pequeño de tres años. Pusieron una tela en el suelo, bajo la sombra de un árbol de banano, y el hermano mayor leía al menor las historias de un libro. Este libro no tenía pasta, estaba un poco sucio de lodo, completamente abierto y muy usado. “Se está preparando para ser animador de la biblioteca de calle” bromeé con la hermana mayor, porque la lectura se hacía con mucho amor y paciencia.

Mientras veía a estos niños, en medio del desorden del patio de su casa, me hizo pensar en la escuela de otro barrio. En esta escuela se desarrolla, como proyecto piloto, el programa de lectura del gobierno. Han llegado cuatro cajas llenas de libros bonitos, coloridos y de calidad. Llegamos a conocer los libros y a tratar de participar con nuestra experiencia en este nuevo programa de lectura. Ha habido desaciertos y aciertos en el acompañamiento a este programa, pero hay uno que me llama particularmente la atención: los maestros tienen miedo de que los libros se arruinen.

“Siete años tienen que durar”, tienen mucho miedo de que los niños los ensucien, que los descubran, que los rompan, pero ante todo tienen miedo de que les descuenten de su sueldo el precio de los libros. Pensaba yo que en siete años habrá cambiado el gobierno y ya nadie irá a comprobar de que los libros sigan “como nuevos”. También pensaba en la librera cerrada con candado que está detrás de la directora, lleva ahí varios gobiernos, intactos ¡pobres libros! No han cumplido su razón de ser.

A todo esto, son los niños de la escuela de este barrio que se privan de la experiencia del contacto con el libro, abrirlo, mirujearlo, olerlo, abrir bien los ojos para estar seguro de lo que ves y para los niños más grandes, desde luego ¡leerlos! Y compartirlos luego con un amigo, con un hermano. Eventualmente los libros se gastarán ¡qué bien! Significa que alguien los leyó. Por el momento, seguimos en diálogo para ver si estos libros son “liberados” de su caja y les permiten vivir.

Desde Escuintla - Guatemala,
Linda Garcia

2 comentarios:

  1. Qué tristeza, me recordé de cierta colección de cuentos, que por ser muy cara no quería que se arruinaran, hasta que creció mi princesa y los empezó a leer, se los leyó a su hermana, y aunque ahora los libros ya no lucen como nuevos, se que fueron fuente de inspiración para que algún día la lectura fuera su pasión.

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  2. Muy bien, eso es lo que nos hace falta en Guatemala personas que piensen y puedan crear, soy maestra y a veces no cumplimos nuestro rol porque realmente el gobierno en turno solo envía programas sin explicación alguna y cuidado si hace falta algo en la escuela

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