Saint Jean Lhérissaint
Puerto Príncipe - Haití
Hace
ya tres años que un terrible terremoto golpeó a Haití causando la
muerte de más de 300.000 personas y enormes daños materiales.
Todavía hoy más de medio millón de personas siguen viviendo en
carpas y toldos, refugios improvisados en campamentos casi
invisibles. Aquellos que cuentan con algunos medios buscan soluciones
personales. Aquellos que no tienen nada están ahí sin saber cuándo
podrán salir de esos lugares. Uno de los damnificados, Lucien, me
recibió en su carpa para pasar una noche en el campamento «Parc
Pelé» en Bicentenario, Puerto Príncipe.
Siete
de la noche. Lucien y yo estamos sentados en la mitad de una
carpa blanca que está dividida en dos partes; una familia vive en la
otra mitad. A las siete y media cenamos. Después tomamos un baño
justo al lado de la carpa usando un galón de agua; se puede ver cómo
el agua atraviesa nuestra tienda y la de nuestros vecinos; finalmente
nos acostamos. Como no hay espacio suficiente para poner una cama,
nos servimos de algunos harapos.
Acostarse
es una cosa, lograr dormir es otra. A las ocho la gente
comienza a correr por todos lados en el campamento. ¿Qué ocurre?
Tres bravucones entraron en el campamento y comenzaron a moler a
palos a unos jóvenes que bromeaban y jugaban a la entrada.
Son
ya las once de la noche y a lado derecho de la carpa un hombre
todavía charlotea con sus hijos; a la izquierda dos mujeres bromean
en voz alta y justo en frente cuatro hombres juegan al dominó.
Aquellos ruidos, diferentes unos de otros, impiden que el sueño
reparador cierre nuestros párpados.
Una
de la mañana, la carpa se mueve. Una mano se mete por la parte
inferior de la carpa buscando una bolsa de plástico. «¿quién está
ahí?» dice Lucien. Alguien huye con la bolsa. Lamentablemente para
él fugitivo, dentro de la bolsa no había más que los platos
desechables que usamos para comer.
Dos
y media. Una mujer grita «auxilio, auxilio!», su marido la está
golpeando. Ella llamará a los guardias de seguridad y los miembros
del comité de gestiones del campamento. Ellos vienen y se llevarán
al marido.
Cinco
de la mañana. Se escucha ya el ruido de la gente que comienza a
levantarse. Yo también me preparo para salir. Pero cuidado...
todavía no hay que salir, algunos disparos se oyen en inmediaciones
del campamento.
Son
las seis de la mañana. Finalmente podré decir adiós al
campamento y «buenos días» a la calle. Más tarde... una noche más
sin saber todavía cuánto tiempo deberán quedarse viviendo en esta infrahumana situación...
Saint Jean gracias por compartir tu escrito. La situación que afronta Haití debe cuestionar a la comunidad internacional sobre la ayuda que brindan, la ONU y la OEA deberían tener como principal preocupación la situación de vulnerabilidad que sufre el hermano pueblo de Haití. Considero que conocer este tipo de testimonios nos permite vivenciar de una manera clara la catástrofe que sucedió y sus consecuencias actuales. Saint Jean por favor sigue compartiendo este tipo de escritos.
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