Daniel García
Madrid - España
En España siguen aumentando los niveles de pobreza, y además quiénes menos tienen son los más afectados por esta realidad cada vez más complicada.
Sin
embargo, de esto no se habla mucho. Se presta más atención a las
dificultades de las clases medias, ciertamente cada vez en situación
más precaria, pero que terminan invisibilizando la realidad de
quienes siempre han vivido en situación de pobreza.
Bueno,
quizás no sean tan invisibles. Sí que se habla de estas personas
para señalarlas como chivo expiatorio de responsabilidades que no
son asumidas como deberían por parte de la administración pública.
Así, se ha promovido una dinámica de culpabilización y
criminalización de quienes viven en la pobreza a través de los
discursos y prácticas de diferentes órganos de gobierno.
Esto
se ha dado a nivel regional, como por ejemplo en el caso de la Rentas
Mínimas en Cataluña, que fueron congeladas en el verano de 2011 con
la excusa de que era necesario hacer una revisión a fondo, ya que
según el gobierno autonómico se habían detectado muchos casos de
fraude.
En el 2012 este
mismo mensaje fue lanzado desde el Gobierno de la Comunidad de
Madrid,
explicando que el fraude que cometían algunas personas perceptoras
de esta renta (que está reconocida como derecho subjetivo) hacía
que otras personas no pudieran percibirla. Sin embargo, esto no es
así, ya que los problemas que está habiendo respecto a la concesión
de estas rentas se relacionan más con los cada vez mayores
obstáculos que se ponen para acceder a ellas y los plazos de
tramitación cada vez más largos.
Otro
ejemplo de este tipo de discursos lo encontramos en el área de la
vivienda. Tras el revuelo producido por algunos casos de suicidio en
relación a problemas relacionados con hipotecas, el ministro de
Economía, Luis de Guindos, declaró que “ninguna
familia de buena fe puede quedar en la calle”,
atacando así al principio de universalidad de todo derecho, en este
caso el derecho a la vivienda. Este planteamiento se ha visto
reforzado por las medidas adoptadas en relación a la moratoria de
desahucios aprobada en noviembre de 2012, que por un lado introduce
unos criterios muy estrictos que no la hacen aplicable más que en
situaciones muy concretas, y que por otro lado se dirige solo a los
deudores hipotecarios, dejando fuera a la población que no tiene una
hipoteca, entre ella la que tienen una situación económica más
frágil y la que vive en edificios de protección oficial. En este
sentido, una concreción mayor de hasta dónde puede llegar este
discurso se dio al presentar el gobierno de la Comunidad de Madrid un
plan
de cesión de viviendas de protección oficial a Cáritas para
familias desahuciadas, mientras que señalaba a las familias que
ocupan pisos vacíos de la propia administración
(por no tener acceso a los mismos de otra manera) como
las culpables de que no hubiera vivienda pública disponible
suficiente
(en este sentido es importante señalar que en España se gasta menos
y hay peores políticas públicas de vivienda que en el resto de
Europa, y se dirige fundamentalmente a clases medias, más que a
familias en situación de pobreza).
También
en el aspecto laboral se han desarrollado medidas y discursos que
desde el gobierno central han avanzado en la línea de señalar
a quiénes están en paro como culpables de su situación
al no querer buscar empleo, reduciendo las prestaciones sobre todo en
el largo plazo bajo la idea de que de esta manera se estimulaba que
las personas en paro se movilizasen, o estimulando las políticas de
control por encima de las de promoción del empleo.
¿No
tienes ingresos suficientes? Culpable ¿No tienes vivienda digna?
Culpable ¿No tienes un trabajo estable y reconocido como tal?
Culpable.
¿Puede
haber mayor injusticia e hipocresía?
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