Guatemala,
el país donde nací, es un lugar de muchas diferencias. Sería
injusto creer y decir que todo es negativo en esta tierra de la
eterna primavera. Hay gente trabajadora, luchadora, que ama lo que
hace y se entrega totalmente. Personas que aun sin saberlo, han
marcado la vida de muchos.
Me
pregunto cuántos niños, jóvenes, adultos y aun ancianos, tienen
en su mente el nombre de una maestra o maestro, o de cualquier
persona a la que han conocido, a quien recuerdan porque fueron
impactados positivamente por él o ella. Yo tengo el de una.
Era
una mujer ya mayor, de canas, pero con una energía sorprendente.
Además tenía paciencia, determinación, disciplina y amor hacia
los niños. Era de las que no esperaba que otros actuaran, ella misma
tenía iniciativa. No había preferencias para ninguno, todos eran
tratados por igual. Llevaba veinticinco años de docencia, pero
podía notar que tenía mucha fuerza aún.
Viajaba
TODOS LOS DÍAS, de la ciudad capital hacia Escuintla, un
departamento de Guatemala, que está a 59 km de distancia hacia el
sur. Por lo menos debía tener dos horas disponibles para ir y otras
dos o más para regresar. Era la que primero llegaba a la escuela y
la que se iba por último. En su grado, cuarto año de primaria,
habían ya casi jóvenes (algunos con 15-16 años), y otro con
retraso mental; eran todos los chicos que los otros maestr@s no
aceptaban. Esta mujer era Seño Flora Sazo, a quien conocí en mi
primer contacto con la docencia. Una maestra con VOCACIÓN, con amor
a la profesión que había escogido. Su inclinación y su interés
por cada uno de sus alumnos la hizo para mí un ejemplo a seguir.
A
través de los años, he llegado a entender que fue un privilegio
haber conocido a esta mujer en el inicio de mi carrera docente,
porque marcó mucho mi desempeño. Pero no solo ella, sino que he
tenido la suerte de encontrar a otras más. Mujeres que me han
enseñado el verdadero significado del servicio, del amor y la
entrega por lo que uno hace. Personas que tienen muy claro el por qué
están en un aula y que su estilo de vida dentro y fuera de la
escuela es un ejemplo a seguir. Lo que más admiro de estas mujeres,
es que no están buscando el protagonismo; no necesitan hacerlo.
Recordaba
esto, cuando un padre de familia nos hablaba y nos decía con mucha
seguridad: “a mi nieta le ayudó mucho el que ésta maestra se
interesara por la niña, porque ahora las cosas en la escuela son
diferentes”, refiriéndose a una maestra que la acompañó cuando
tenía dificultades para avanzar en su aprendizaje. Como ella hay
muchas.
Sé
que en este país hay muchos y muchas como Flora, como Silvia, como
Aracely, como Elsa…. por decir algunos nombres. Muchos que buscan
un diálogo al mismo nivel con los padres de familia, que son
capaces de sensibilizarse ante la realidad de lo que viven los niños
y niñas y se interesan porque su futuro sea mejor. Que sueñan con
un sistema educativo incluyente, participativo y de calidad.
El
reto es que cada día más personas se unan, se sensibilicen,
participen, actúen. ¿y tu compromiso cuál es?
Elda
Nohemí García
Escuintla,
Guatemala
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