Nuestra
Universidad Popular Cuarto Mundo
de
mayo
tiene
como tema: “¿Protección
Social? Pobreza, Renta básica y Trabajo”
(*).
Como
siempre, durante las reuniones de preparación con aquellos que
resisten día a día a la pobreza y la exclusión, emerge un
conocimiento que proviene de una experiencia vivida y analizada por
estos expertos insustituibles sobre lo que la miseria significa en
términos de sufrimiento y cambios necesarios.
Varias
de las aportaciones que han realizado son muy críticas con el
sistema de protección social que existe actualmente:
“Las
ayudas sociales, más que ayudas son limosnas, con toda la carga
negativa que la palabra limosna tiene. Y están para que sigas
dependiendo de los Servicios Sociales”.
“Si
no haces lo que te dicen te quitan las ayudas. O sea que te
institucionalizan y te hacen pasar la vergüenza de tener que ir a
los sitios. Ayudan como ellos quieren, no como necesita la gente”.
Aunque
algunos han apuntado aspectos positivos de las mismas:
“Esta
paguilla (pensión
no contributiva de 360€ mensuales),
de no tener nada a tenerla, me permite, por ejemplo, ayudar a mi
madre con el piso”.
Sin
embargo, más allá de si las ayudas sirven o te hacen dependiente,
lo que más me impactó fue constatar los efectos que tiene este
modelo de sociedad sobre los más fragilizados por la pobreza.
Preparé
con un joven de veintiséis años, que conocí cuando era niño y
vivía en un barrio de chabolas a las afueras de Madrid. Hoy vive en
un barrio donde su familia fue realojada hace 13 años. Para aportar
dinero a casa, busca y vende chatarra, igual que hacía siendo niño.
Varias
veces me comentó que no sabe ni leer ni escribir y que por eso ha
perdido algún trabajo. Pero algo que me sorprendió, por lo
inesperado del ejemplo, fue cuando me dijo que sería incapaz de
aprovechar un viaje que podría ganar en un sorteo, porque a
cualquier lugar al que fuera, se perdería. Y concluyó:
“¿Para
qué van a necesitar a los pobres? Toda la vida con la chatarra, de
ahí no se sale. Los países no nos necesitan. Y nos tiran, nos
abandonan”.
Wresinski,
el fundador del Movimiento ATD Cuarto Mundo, decía: la
miseria empieza donde empieza la vergüenza.
Este joven es una persona extraordinaria: cuida de su madre, enferma
y debilitada por años de miseria; apoya a su padre y a su hermano
sosteniendo la economía familiar; sus amigos saben que pueden contar
con él, siempre dispuesto a echar una mano en lo que necesiten.
Pero
el peso de años de precariedad, humillaciones y ayudas mal
planteadas le han terminado convenciendo de que no tiene nada que
aportar. Su experiencia le hace sentir que la sociedad no lo necesita
para nada, y se siente abandonado. La vergüenza debería ser nuestra
por aceptar que demasiadas personas terminen convencidos de que sólo
nacieron para
sufrir y morir,
como me dijo al final de la conversación.
Otro
amigo con el que preparé esta Universidad me dijo:
“Tenemos
un desarrollo muy destructivo. Es hora de que la humanidad pueda
vivir mejor.”
Efectivamente,
ya va siendo hora de que nos pongamos a construir sociedades donde
reconozcamos con hechos que todos tenemos algo único que aportar,
que todos somos necesarios, que no nos podemos privar de la
inteligencia y las capacidades de nadie.
19 de mayo de 2014, Álvaro Iniesta
Pérez
(*)
Las Universidades Populares Cuarto Mundo parten de la base de que
todo ser humano piensa y tiene algo que aportar. Son reuniones en las
que nos formamos en la toma de la palabra, la escucha y la
construcción de un pensamiento que toma en cuenta el saber, la
experiencia y el conocimiento de aquellos que están en situación de
pobreza y exclusión. Es un lugar privilegiado de ciudadanía y
formación para la militancia, en el sentido de que proporciona ganas
y fuerzas para que cada uno vaya al encuentro de otros y defienda día
a día a personas en situación de extrema pobreza
A mi juicio, hay que avanzar en base a conseguir derechos (no limosnas) invocables e iguales para tod@s. Tom.
ResponderEliminarHola Tom, gracias por comentar esta entrada. Lo que dices coincide con la aspiración más profunda expresada por todos los participantes de esta ultima Universidad Popular. Efectivamente creo que hay algo clave en el reconocimiento de la miseria como una violación de los Derechos Humanos, y en la busqueda del restablecimiento de los derechos para todos como medio para lograr un día erradicar un dia la pobreza extrema. Ojalá cada vez más gente tome concienca de esto, al igual que tu, y sepamos ponernos manos a la obra, junto a aquellos que sufren en primera persona los estragos de la pobreza y la exclusión, para hacer avanzar la sociedad en este sentido. Alvaro
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