Diego Sánchez
La Paz - Bolivia
La señora “Juana”1
ha quedado incapacitada de poder moverse desde hace 25 años debido a
un problema agudo de artritis y artrosis, pero esta incapacidad es
diferente a la invalidez habitual, es decir que ella puede sentir el
dolor en sus extremidades, diferente a la de un parapléjico que no
siente nada.
Cada vez que vamos a visitarla la encontramos en un rincón oscuro
y solo al cuidado de su hija y su yerno que no siempre están a la
disposición de los deseos de su madre para moverse o simplemente
charlar.
Desde su cama, doña Juana es una luchadora incansable para que la
sociedad, allá fuera, pueda volcar la mirada hacia los casi
invisibles, los más pobres, los marginados y hasta los despreciados.
“¡Cómo quisiera caminar para ir a buscar a los niños de
esas zonas bien alejadas. Hay personas como yo que tal vez no se
atreven a hablar, entonces a esas personas no hay que olvidar, hay
que ir a encontrarlas!”
Seguro que algunos de nosotros nos hemos cuestionado sobre la
necesidad de ir al encuentro de aquellos a quienes la sociedad casi
ha olvidado o ha dejado de lado, pero luego, el trajín del día a día
hace de ese pensamiento algo fugaz. Sin embargo doña Juana convive
con su impotencia de moverse y el deseo casi inamovible de su corazón
de movilizar a quienes sí pueden para salir a buscar estas personas a
quienes todavía falta que lleguemos.
Durante una reunión entre personas que viven en pobreza extrema y
personas que no, una profesora decía “nosotros no tenemos que
hablar por los más pobres, ellos mismos tienen que hacer valer sus
derechos”, sin embargo doña Juana le respondió “Si ¿pero
qué hago yo? Yo no puedo defenderme por mi misma, necesitamos unirnos
para hacer respetar los derechos de quienes no pueden”.
Vale decir que la visión y la reflexión de doña Juana, va más
allá de un simple empoderamiento individual para hacerse escuchar,
doña Juana da un paso más allá en su análisis y nos comparte su
visión de una sociedad en la que nos unimos para una misma lucha, no
dejamos que los más pobres hagan solos su lucha, sino que nos unimos
a ellos y ellos a nosotros en una lucha más integral que requiere
que en ocasiones unos seamos los pies de otros y otros sean los ojos
de unos.
Finalmente me gustaría terminar este
artículo con algunas palabras que doña Juana nos regaló
haciéndonos comprender que también podemos ser portadores de
esperanza.
“El Movimiento ATD ha hecho que florezca de nuevo mi corazón
como una flor”.
1
Nombre ficticio
No hay comentarios:
Publicar un comentario