María Luisa Rojas
Guatemala Ciudad
Las
fiestas de fin de año nos invitan a reflexionar: pensamos en
nosotros mismos, pensamos en los demás…
Generalmente
nos asombra lo rápido que pasó el tiempo y es frecuente saludarnos
diciendo:
- “El año pasó volando”, -“El tiempo pasó corriendo…“
En
este correr, el fin de año nos permite hacer de alguna manera un
alto en la rutina y reflexionar. Nos permite valorar los logros
alcanzados por nosotros o por los que están cerca y nos permite
proponernos nuevas metas a alcanzar. Nos permite, al vernos en el
espejo, ver reflejada nuestra imagen juntamente con la de los demás,
ver los rostros de todas aquellas personas que han estado cerca en
nuestra vida diaria: familiares, colegas, compañeros de trabajo,
vecinos, vendedores en el mercado, personas con quienes hemos
compartido la calle, el bus, la rutina… y no todos los rostros se
muestran satisfechos o felices; quizá nuestro propio rostro refleja
frustración.
“El
año pasó volando”… y
muchos realizaron el vuelo junto a él. Pero para otros el tiempo
pasó volando muy por encima de sus sueños, muy alto en cielos
azules, muy lejos de su tierra, de su vecindario, de su casa; tan
lejos, que no pudieron alcanzarlo, que no pudieron más que observar
cómo la vida se desarrollaba en el tiempo de los demás.
El
tiempo pasó corriendo, tan rápido,
que muchos no pudieron, tan siquiera un minuto, aferrarse a él para
vivir una vida digna. El tiempo simplemente pasó. Pasó sin dejar
espacio a la más mínima realización, oportunidad de estudio, de
trabajo o de distracción.
Un
año termina y muchas vidas siguen con la esperanza de un nuevo año
mejor. Un año en el que ese tiempo eterno de insatisfacción, se
llene por un minuto de una oportunidad para volar. Así, después de
doce meses poder decir con cansancio: -“El año pasó volando”,
pero yo volé con él…
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