Por Max Araujo, desde Guatemala
Ciudad.
Desde hace varios meses, en Guatemala, mi país,
he venido observando con atención el surgimiento de voluntarios para diversos
proyectos relacionados con el combate a la pobreza, entre ellos “Un techo
para mi país”, del que tengo un buen concepto, no solo porque muchos
jóvenes dedican sus fines de semana para construir viviendas mínimas para
familias que viven en condiciones infra humanas, sino porque estos
han comenzado un proceso de compromiso con ellos mismos, para con
Guatemala y para sumarse con decisión a la lucha contra la extrema
pobreza.
Es el caso que con mucha publicidad y encabezada por
un exitoso joven empresario surgió un movimiento denominado “Tengo algo que
dar” que está contagiando a muchas personas. Su primera gran iniciativa
fue la de hacer una cadena humana en las faldas del Volcán de Agua y la
segunda el compartir una noche con una familia que vive en extrema pobreza en
el interior del país.
Este movimiento ha generado una polémica que me
lleva a aportar algo sobre la misma en este texto:
En un enfrentamiento
verbal están los que dicen que fue un show, una llamarada “de
tuza”, una visita de zoológico y que lo que hace este tipo de acciones es crear
frustración y más odio en las personas que recibieron la visita, y que, en
conclusión, no sirve de nada.
Y están también los que consideran que es un
primer paso positivo aún con los errores que se pudieron cometer; porque
muchas personas, pero principalmente jóvenes, descubrieron una
realidad que no conocían: “La Guatemala que vive en extrema pobreza y sus
necesidades”.
Así también muchos de ellos encontraron amistad,
cariño, una buena recepción y comprobaron que en ese medio social la solidaridad
existe y que las personas visitadas son seres humanos con sueños, esperanzas y
dignidad. Y que lo que les ha faltado son oportunidades. En lo personal creo
que muchos jóvenes que participaron en los dos eventos indicados son
personas sanas y con deseos de cambiar la situación del país.
Por eso mi postura es ésta: Creo que es el momento
preciso para que a estos “aspirantes al
voluntariado” se les haga un seguimiento para que se les forme adecuadamente y
que entiendan que el paternalismo no resuelve nada, que lo que hace falta es un
cambio de estructuras para construir una Guatemala con justicia social.
El Movimiento del Voluntariado en Guatemala, que aglutina a muchas instituciones y programas, debe pues
fortalecerse para que
a través de este movimiento estos jóvenes asuman un verdadero compromiso
de luchar contra la extrema pobreza y otros males que nos afectan a los países del
tercer mundo.
Hay que tomar en cuenta que la mayoría de estos
jóvenes son universitarios y dentro de poco tendrán responsabilidades y que,
incluso, algunos de ellos serán los que tomen las riendas de la economía y de
la política del país. Estos aspirantes al voluntariado deben comprender que
pueden ser agentes de cambio, de ahí que en lugar de criticar esas iniciativas
lo mejor es que tratemos de sumarnos a ellas y que con nuestra capacidad y con
nuestro compromiso incidamos para que sean debidamente encausadas y así se
cumpla con los objetivos de sus enunciados.
NO creo que la indiferencia o la oposición sean la
mejor solución. Debemos pensar siempre en un gana-gana y que nosotros, los ya
comprometidos, podemos aportar mucho.
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